Nota: Empezamos este 2025 por todo lo alto, espero que disfruten de este extremadamente largo capítulo gracias a Creyentedemadoka21 que me donó en Twitch 😀
— «La leyenda de Minakami Mizuki y la bestia demoniaca Damu»
Sayo estaba en la bóveda del santuario revisando los documentos antiguos que le revelaría misterios sobre su familia que tanto la impactaban.
«En una pequeña isla, apartada de la civilización, llegaron unas refugiadas buscando apartarse de las guerras que azolaban la isla central.»
— ¿Guerras? debe referirse al periodo Sengoku…
El periodo Sengoku fue uno lleno de guerras civiles en la isla de Japón que duró casi medio siglo, la inestabilidad política era enorme en ese tiempo.
«La isla tenía unas tierras anormalmente fértiles, no eran muy grande, pero era suficiente para mantener una comunidad, las refugiadas llegaron junto a una sacerdotisa sintoísta llamada Mizuki, no tenía un nombre de familia por lo cual solo la llamaban Mizuki.»
— No tenía apellido… entonces en efecto fue la primera Minakami…
Sayo seguía leyendo la obra la cual en su mayoria era la historia de como la sacerdotiza Mizuki ayudaba a la gente a establecerse en dicha isla, la introducción fué muy larga por lo cual era algo pesado de leer y más ya que la traducción de los manuscritos originales era con un japones algo complicado, pero en ese entonces…
— ¡Mizuki-han! ¡Mizuki-han!
Una chica de cabello turquesa se despertaba de su siesta bajo un árbol, en sus manos sostenía un pergamino el cual tenía letras aún frescas con la tinta de la brocha que las escribió.
— Oh, mil disculpas, me quedé dormida ¿Ocurrió algo malo?
— Encontramos algo raro en una de las plantaciones que las chicas estaban trabajando.
— ¿En serio? Voy inmediatamente.
Mizuki vestía su tradicional traje sintoísta, dejó el pergamino y la brocha en una mesa pequeña, la isla no era tan grande pero su tamaño considerable permitió que varias pequeñas chozas se fabricaran, en el centro de la isla había espacio suficiente para las plantaciones. Varias chicas vestían con ropajes muy humildes de una sola pieza.
— ¡Jalen! ¡Jalen!
Varias chicas estaban jalando con cuerdas algo que sobresalía de la tierra, parecía estar hecho de una piedra negra.
— Es eso, mire Mizuki-han.
La piedra vista de cierto ángulo tenía un aspecto a una bestia con enormes colmillos, ojos de depredador, pero lo que más sobresalía era que detrás de su cabeza se expandía una enorme melena que terminaba en puntas muy filosas que podría cortar a cualquiera que no tuviera cuidado.
— ¡Chicas! ¡Chicas! Por favor pongan atención.
Las chicas que jalaban aquella piedra con forma de bestia detuvieron sus actividades para hacerle caso a la mujer con vestido de color blanco y rojo.
— ¿Qué pasó Mizuki-han?
— Esta piedra nos está estorbando, debemos quitarla.
Las chicas rodearon a Mizuki.
— Esa roca… emite un aura siniestra, me da una sensación de tormento, les recomiendo que sean cuidadosas a la hora de moverla.
— ¿Acaso es… un Youkai?
— ¡Te lo dije! ¡Era un Youkai!
— ¡Debemos destruirla!
Las campesinas hablaban entre ellas con temor, entonces varias alzaron sus materiales de agricultura armandose de valor.
— ¡Chicas por favor!
Mizuki se adelantó a ellas para ponerse al lado de la estatua.
— Si la destruimos sin miramientos podríamos provocar la ira de la criatura, por favor.
La multitud comenzó a reflexionar sobre lo que había hecho, los ánimos se empezaron a calmar
— L-lo sentimos, pero ¿Y si ya nos ha maldecido?
— ¿Maldición? ¡Noooo!
— ¡Debemos quemarla!
El miedo se esparcía rápidamente entre las campesinas.
— Si tienen miedo, permitan que les realice un ritual de limpieza a cada una de ustedes, es mi compromiso con todas ustedes, lo prometo en nombre de todos los cielos.
Ante el compromiso de Mizuki varias chicas se sintieron mucho mejor y más tranquilas.
— Muchas gracias Mizuki-han.
— Gracias oh gran sacerdotisa.
— Gracias, gracias.
La estatua se había limpiado cuidadosamente con ayuda de unas pocas campesinas, la escultura de piedra de color oscuro emitía un anormal brillo tenue, era casi como si fuera un espejo de color negro.
— ¡Sello! ¡Sello!
Mizuki llenó de sellos de papel aquella estatua de aspecto demoniaco.
— Muy bien, ya está, chicas ¿Saben de alguna cueva que nos sirva para sepultarla?
Las chicas que le ayudaron se miraron entre ellas, una de ellas alzó la mano.
— ¡Si! Conozco una.
En uno de los montes, al lado de unos árboles con raíces grandes yacía un lugar misterioso.
— Wow, es enorme, podría caber una osa aquí — Dijo Mizuki a la hora de examinarla.
— Si, mi hermanita la encontró mientras jugaba ¿Serviría para esconder a la estatua?
— Por supuesto, muchas gracias, chicas.
— Jeje, muchas gracias.
Las dos chicas que estaban con Mizuki se sonrojaron ante el cumplido de la sacerdotisa.
— Con el poder de la naturaleza, de los dioses, de los cielos, contengan el poder maligno de esta estatua ¡Sello!
En ese momento las raíces de aquel árbol gigante empezaron a moverse, lentamente cerraron aquella pequeña cueva que tenían detrás.
— ¡Wow! ¡Es el poder de Mizuki-han!
— Es la primera vez que lo veo, es increíble.
— No es nada chicas, por favor, quiero que me hagan un favor, nunca de los nunca vayan a abrir esta cueva.
— ¡Entendido!
— ¡TURURUUUUUUUU!
Unas trompetas sonaron desde muy lejos, un sonido que hizo que las aves que posaban sobre los árboles que las rodeaban salieran volando.
— ¿Y ese ruido? ¿Es del puerto?
— Es la alarma contra…
— Invasiones.
Las chicas salieron corriendo para agarrar la carreta que usaron para cargar la gran estatua, el caballo las llevó lo más rápido que pudo.
— ¡Vamos! ¡Vamos! Quiero hablar con su líder.
Era una mujer con una armadura de guerra de color rojizo, su cabello era purpura y uno de sus ojos tenía una cicatriz, detrás de ella había varias soldadas con trajes de infantería, varias portaban banderas rojizas. En el puerto estaba un enorme barco de guerra que eclipsaba a los humildes botes que usaban las chicas de la isla para pescar.
— Yo soy la alcaldesa de esta humilde isla… ¿Qué desea?
— ¿Eres tú ancianita? ¡Ja! Pero que débil se ve.
La mujer en armadura dio un paso al frente y alzó su espada.
— ¡Me llamo Mura Ragi! ¡Soy la Ashigaru-taisho! ¡General de las Ashigaru! ¡La Shogun Mori reclama estas islas bajo su protección!
Una de las soldadas se adelantó para clavar la base de una bandera de color rojo en ella con el logo de su shogun.
— De ahora en adelante tendrán que rendir tributo a nuestra gran Shogun con una generosa colaboración a cambio de protección con 10 monedas de cobre o una de plata por cada habitante de la isla. Si no tienen dinero con que pagarlo aceptaremos la tercera parte de sus víveres, comida, bebidas, animales y demás cosas.
Las chicas de la isla reaccionaron con murmullos, muchas impactadas, varias indignadas.
— Pe-pero ¿Qué cosas dice? Esta isla no le pertenecía a nadie cuando llegamos hace más de diez años, la trabajamos, la sembramos, construimos nuestras casas, apenas tenemos para sobrevivir al invierno.
La anciana le trataba de hacer entender a la general de las Ashigaru.
— No me interesa, sabemos que una de esas perras farsantes que se auto proclaman Shogun se está expandiendo hacia el oeste, por eso no queremos que ustedes caigan ante sus sucias manos.
— Pe…pero…
— ¡Un momento!
Una carreta jalada por un caballo llegó a la isla, en el había tres mujeres, entre ellas Mizuki.
— ¡Mizuki-han!
La anciana alcaldesa se alegró de ver a la sacerdotisa llegar.
— Y tu ¿Quién carajos eres?
La general se sentía irritada al ver como las demás mujeres se alegraron de verla llegar como si se tratara de una especie de salvadora.
— Me llamo Mizuki, soy la sacerdotisa sintoísta de la isla.
— Oh, así que hasta aquí han llegado ustedes, desde que su religión fue prohibida en la isla principal nos han dicho que se han refugiado muy lejos con sus creencias asquerosas.
Mizuki frunció el ceño ante las declaraciones de la general.
— Es verdad que el budismo ha ganado terreno en la isla central, pero la creencia original de nuestras tierras sigue firme en el corazón de muchas mujeres en este vasto mundo.
— Ustedes perras debieron desaparecer hace mucho, ¿y ahora vienes a oponerte ante la expansión del shogunato? ¡Guardias!
Varias soldados apuntaron con sus lanzas hacia Mizuki quien seguía mirando con determinación ante la general.
— Por favor, se los pido de nuevo, váyanse de esta isla, nadie se ha metido con ustedes y no queremos problemas.
— Jaja, como si te hiciéramos caso ¡Soldadas, ataquen!
Cuatro de las soldadas se impulsaron para penetrar con sus lanzas a Mizuki pero está en vez de esquivarlas lo que hizo fue adelantarse a ellas llegando a estar al frente de dos de las soldadas para posteriormente con la base de su muñeca golpear el mentón de ellas dejándolas inconscientes en el piso.
— Pero ¡¿Qué?!
Las soldadas quedaron sorprendidas ante los movimientos rápidos de Mizuki quien posteriormente tomó una de las lanzas, la agarró con ambas manos sus extremos y con su rodilla la partió a la mitad.
— Se los repito, váyanse de esta isla, ahora.
— Maldita…
Las soldadas inconscientes fueron agarradas por sus compañeras quienes las llevaron al barco.
— Jajaja, interesante, interesante, eres una mujer muy fuerte Mizuki, me agradas, me agradas.
La general estaba sonrojada, con su lengua se relamió los labios y sus ojos no paraban de verla.
— Muy bien, nos iremos por ahora, subamos al barco chicas.
La general junto a sus soldadas abordaron su enorme barco en orden.
— Pero déjame decirte algo Mizuki-han, no puedes proteger tu sola esta isla, recuérdalo, nos volveremos a ver.
El barco se retiró del puerto de la isla, mientras tanto varias de las chicas rodeaban a Mizuki dándole las gracias.
— Calma chicas, calma, por favor no fue la gran cosa.
— Pero Mizuki-han, la general tenía razón, ellas podrían regresar con más soldados y no sabríamos que hacer.
— No se preocupe alcaldesa, mientras esté aquí, estarán a salvo.
La calma regresó a la isla, debido a las amenazas de la general se reforzaron las defensas en la isla, varias chicas patrullaban para asegurarse de prevenir cualquier ataque.
— ¡Ahhhh!
Durante la noche, en una pequeña casa iluminada en su interior por unas pequeñas mechas alimentadas por aceite en una taza, una chica fue tirada al piso mientras otra esperaba sentada.
— ¿Estas bien?
— Si, estoy bien Mizuki-sama, es usted realmente fuerte ¿Donde aprendió esas técnicas?
— Bueno, en la gran isla hay muchas guerras, muchas locas se auto proclaman shogun y quieren hacerse con el control de todo, una debe estar preparada para todo.
— Pero aún así es usted asombrosa.
— No es cierto, si así fuera nunca me hubiera tocado huir… jeje, olvídenlo, será mejor que nos aseemos y vayamos a dormir.
— Si.
Unos pequeños baldes de madera fueron llenados con agua caliente el cual mojaron con unos trapos, posteriormente se lo pasaron en sus torsos desnudos para limpiar la suciedad.
— ¡M-mizuki-han! Su espalda…
— Oh, esto…
La espalda de Mizuki estaba llena de cicatrices, marcas cortantes y demás laceraciones.
— Como dije antes… la vida en la gran isla es muy dura…
— E-está bien, Mizuki-sama, no tiene que…
— No, está bien, no debo avergonzarme de ser quien soy, desde que llegué en esta isla con el resto de las refugiadas solo quería olvidar quien era, pero todas me trataron con mucho cariño, fueron muy amables conmigo, me ayudaron incluso a construir esta humilde casa, les estoy sumamente agradecidas, por eso las protegeré de sea lo que pase.
Dos de las chicas fueron hacia ella tocándole sus hombros.
— ¡Mizuki-han!
— ¡Mizuki-han!
— ¿Chicas? ¿Qué les pasa?
Ambas chicas la miraban con ojos inspirados, pero al mismo tiempo con ganas de llorar.
— Sea lo que le pase, queremos ser sus aprendices.
— ¡Si! ¡Por favor! Déjennos aprender de usted.
— Chicas… ¿ser su maestra? eso es demasiado repentino… yo no podría…
— ¡¡Por favor!!
Ambas chicas se lo pidieron al mismo tiempo.
— Si tanto quieren eso… si les parece bien que alguien como yo las entrene y eduque…
Mizuki abrazó a ambas chicas cálidamente, los trapos mojados cayeron al piso, el ambiente era cálido por el agua recién hervida que refrescaba con el frio de la noche que entraba por una de sus ventanas abiertas hacia arriba.
…
…
Pasaron algunos meses desde la llegada de la general, nada había pasado hasta ahora, pero algunos barcos que pasaban por el lugar daban noticias de invasiones a las islas vecinas todo por el nombre de la Shogun Mori.
— Ya van cinco islas que han caído ante el shogunato.
— Los barcos casi no llegan, nos estamos quedando sin variedad de alimentos, solo podemos alimentarnos con la pesca y las pocas verduras que cultivamos aquí.
— Carne, carne ¿Hace cuanto que no comemos carne?
— ¡Tonta! Por eso te dije que no nos comiéramos a nuestra gallina.
Las mujeres en la sala estaban discutiendo en el puerto, en frente de ellas estaba la anciana alcaldesa.
— Chicas, chicas, por favor tranquilícense, Mizuki-han ¿Sabe que podría estar pasando?
Mizuki dió un paso al frente de ellas, a su lado estaban aquellas dos chicas que siempre la acompañaban, pero ahora vestían también vestidos sintoístas de color blanco y rojo.
— Es muy posible que nos estén sitiando…
— ¿Sitiando?
— Es cuando el enemigo corta todas las cadenas de suministros, obliga al enemigo a quedarse sin alimentos para forzarlos a rendirse.
— ¡No puede ser! ¿Qué haremos?
— Tranquilas, tranquilas, chicas, escúchenme, estamos en una isla, tenemos ventaja, podemos alimentarnos con los alimentos que nos regala el mar, ellas no van a poder doblegarnos tan fácilmente.
Las mujeres en frente de ellas estaban discutiendo sobre qué hacer.
— ¿Qué deberíamos hacer Mizuki-han?
— Sugiero que sigamos con nuestras vidas, pero mantenernos siempre firmes en defender la isla, colocar observadoras en puestos altos que nos digan si se aproximan a invadirnos.
— S-sí, gracias Mizuki-han.
Las semanas se convirtieron en meses, los ánimos de la gente se hacían cada vez más tensos, ya casi no llegaban barcos del exterior, no había noticias del exterior, estaban incomunicadas hasta que.
— ¡Un barco! ¡Un barco!
Las mujeres se volvieron locas al escuchar noticias de que alguien venia de afuera, era una de las pescadoras comerciantes, la mujer venia alzando los brazos muy entusiasmada.
— ¡Finalmente! ¿Qué hay? Cuéntanos.
La pescadora finalmente llegó, en su bote cargaba varios sacos.
— ¡No me lo van a creer! Me encontré con un barco de camino hacia una de las islas que fueron atacadas, unas pescadoras fueron tan amables de intercambiar algunos peses y pulpos que había pescado por sacos de harina ¡Harina! ahora por fin podremos comer pan ¡Pan!
— ¿Harina? ¿Pan? ¿Qué es eso?
— ¿Te suena?
— ¡Idiotas! La harina es un manjar de los dioses, cuando mojas la masa, la amasas y la cocinas queda delicioso.
— ¡Ah! ¡Ya me acordé! ¿Es como el Mochi?
— ¡Exacto! ¡Como el mochi! Y lo mejor es que las pescadoras dicen que las islas van a reabrir sus puertos para el comercio.
La alcaldesa tomó la palabra.
— Esa es una verdadera buena noticia, entonces está decidido, comeremos pan esta noche para celebrar que tenemos nuevos víveres y la reapertura del comercio.
— ¡Siiiiii!
Aquella noche las mujeres de la isla se reunieron en el pueblo que estaba en el puerto para comer, había grandes panes recién horneados, pescado, pulpo, verduras y demás comidas típicas.
— Muy bien chicas, gracias a todas por venir, como sabrán hemos pasado por meses muy difíciles, pero todo parece indicar que las cosas van a mejorar, brindo a todas por un próspero futuro para la isla Umi no Machi ¡Kanpai!
— ¡¡¡Kanpai!!!
Las mujeres empezaron a comer sus alimentos, sobre todo el pan.
— ¡Qué delicia! ¡Este pan está delicioso!
— ¿No es verdad? ¡Te lo dije!
— Rico, rico.
En una mesa apartada estaba Mizuki junto a sus dos aprendices.
— Mizuki-sama ¿No va a comer? está delicioso.
— No, estoy bien, prefiero comer estos deliciosos Mochis que preparé yo misma ¿No quieren también?
— Eh…
Ambas chicas miraban aquellos mochis que por alguna razón tenían un aspecto siniestro, el color daba a entender como si estuviera envenenado, pero no querían decírselo.
— Bueno, más para mí, hmmm… ¡Me quedaron deliciosas!
La festividad ocurrió sin contratiempos hasta que la noche se hizo de día, en la casa de Mizuki ella se levantó como de costumbre temprano, pero algo pasaba.
— Que raro ¿Por qué no habrán despertado Mako y Miku?
Mizuki fue a verlas en sus cuartos, pero cuando llegó las vio tiradas en el piso como si se hubieran caído mientras trataban de despertar.
— ¡Mako! ¡Miku! ¡¿Están bien?! ¿Qué les pasa? ¡Respondan!
Las chicas apenas podían respirar, sus frentes estaban ardiendo y tenían un leve color morado.
— No puede ser… ¿Veneno?
El rostro de Mizuki era de pánico, no sabía lo que estaba pasando, sus dos aprendices fueron envenenadas.
— Necesitan medicina, demonios, debo hacer algo con lo que tengo.
Mizuki colocó bien a sus aprendices en la cama, luego con las hiervas que tenía amarradas y alzadas en los muros de su casa, con ellas las molió y las hirvió en una bebida de color verdosa caliente. Les hizo beber algo cuidadosamente.
— Chicas, por favor, resistan, iré a pedir ayuda, ya vengo.
Mizuki fue corriendo hacia su pequeño carruaje con aquella mula que con cariño decía caballo.
— ¡Vamos!
El camino fue corto pero intenso, solo pensaba en ayudar a sus aprendices y haría lo que fuera necesario para aquello, pero cuando llegó al puerto vio algo indescriptible.
— No puede ser…
El pueblo estaba con muchas mujeres tiradas en el piso, todas ellas tenían sus rostros con un visible color purpura que indicaban que sufrían de lo mismo que sus aprendices.
— Fueron envenenadas también, pero ¿cómo? ¡¿Como?!
— ¡Mizuki-han! ¡Mizukihan!
Una anciana llegó caminando lentamente con su bastón.
— ¿alcaldesa? ¿Qué pasó?
— No lo sé, de repente esta mañana muchas cayeron inconscientes, con mucha fiebre, pero solo puede ser… veneno ¿no es verdad?
— Tan sabia como siempre, pero ¿cómo fue que se envenenaron?
En una mesa había unos cuervos picoteaban un pedazo de pan a medio comer haciéndolo caer hasta los pies de la alcaldesa y Mizuki.
— ¡¡El pan!!
Ambas llegaron a la misma conclusión.
— ¿Usted no comió el pan alcaldesa?
— No, ya no puedo masticar bien así que solo bebía la sopa, pero ¿Como es posible? ¿Quién querría envenenarnos?
La alcaldesa trataba de razonar hasta que Mizuki le respondió.
— La general Mura Ragi…
— ¡¡TURURUUUUU!!
Una trompeta se escuchó por todo el puerto, era el aviso de un enemigo a la vista.
— No puede ser.
Un gigantesco barco se veía en el horizonte.
— ¿Qué hacemos Mizuki?
Mizuki estaba con los nervios a flor de piel ¿qué haría? el enemigo era numeroso y ya no tenían mucha gente para defenderse.
— Mizuki, creo que lo mejor es rendirnos…
— Pero si hacemos eso…
— Si algo me han enseñado todos estos años de vida es que el enemigo desea ser visto como un salvador… entonces lo más que seguro es que ellos tengan…
— La medicina…
— Mizuki-han, debemos hacer lo correcto, aunque sea moralmente malo…
— Maldición.
Mizuki solo pensaba en las chicas que tenía en casa con mucha fiebre.
— Esta… bien…
Mizuki no hizo más que agachar la mirada, el barco estaba aproximándose y en la proa estaba aquella mujer con cabellera purpura y cicatriz en el ojo.
El barco llegó al puerto, en ella llegaron las soldadas que cargaban consigo unas botellas de color marrón que tenían amarradas en sus uniformes.
— Vaya, vaya, pero si finalmente han hecho lo correcto, bien hecho.
La general Mura Ragi estaba sonriendo de par en par junto a Mizuki quien no hizo más que mirar al piso y decirle unas pocas palabras.
— ¿Prometes darles el antidoto?
— ¿Qué antídoto?
Al escuchar esas palabras Mizuki alzó la mirada y vio con terror y rabia a la general.
— Wow, wow ¿Por qué esa mirada?
— ¡Tú nos envenenaste! ¡Tu debes tener el antidoto!
Mizuki quería tirarse sobre la general pero varias soldadas ya la tenían sometida.
— Tranquila, tranquila, si ellas están envenenadas, entonces como buenas samaritanas debemos ayudarlas ¿no?
La general se dirigió a una de sus subordinadas.
— ¿Habria suficiente medicina para las chicas de la isla?
— Si general.
— Perfecto, entonces podríamos ayudarlas siempre y cuando ustedes acepten ser parte del shogunato.
— Aceptamos.
La anciana se inclinó hacia la general.
— ¡No! ¡alcaldesa!
— Por favor, sálvalas, te lo imploramos.
— Jajaja, está bien, ya que me lo pide de buena gana lo haré, pero con otra condición.
La general se aproximó hacia Mizuki tomándola de la mejilla.
— Quiero que esta preciosa sacerdotisa me sirva personalmente y se convierta en mi esposa.
— ¡¿Qué?!
Ambas mujeres se sorprendieron ante aquella petición, Mizuki miraba con desprecio a la general pero en su mente estaban sus dos aprendices y con todo el dolor de su alma tuvo que decir.
— Acepto…
— ¡¿Qué?! ¿Qué dijiste? No te escucho preciosa.
— ¡Acepto ser tu esposa!
— Jajaja, bien hecho, bien hecho, así me gusta, mucho gusto esposa mia.
…
…
Dos años después:
La isla fue ocupada por las invasoras a cambio de salvarlas del envenenamiento, afortunadamente cumplieron con su palabra, pero lamentablemente muchas cosas cambiaron, ahora una parte de las cosechas iban para el shogunato, las mujeres en la isla se vieron sometidas por las nuevas inquilinas.
La humilde morada de Mizuki fue ampliada, ahora su tamaño se había quintuplicado, ahora era más ostentosa y en sus alrededores se empezaron a construir los cimientos para algo más grande.
— Bien chicas, sigan así, quiero que sea un castillo majestuoso, digno de una grandiosa general del shogunato como yo.
La general Mura Ragu miraba todo con mucho orgullo, las mujeres de la isla trabajaban bajo el intenso sol moviendo muchas rocas.
— ¿Dónde está Mizuki? No la he visto recibirme después de estar tantos meses fuera de la isla.
— Está dando clases a las niñas de la isla.
— ¿En serio? pero que terca es, enseñarles a leer y escribir a las chicas de la isla cuando tenemos escribas de la isla central.
En una casa humilde había una mujer con vestido blanco y rojo leyendo un libro al resto de chicas que tenían en sus manos tablas de madera en el cual ellas escribían con un trozo de pluma con tinta los kanjis de sus nombres.
— ¿Así está bien Mizuki-sama?
— Bien hecho, lo has escrito bien.
— Gracias.
— Mizuki-sama, la general ya ha llegado a la isla, espera verla esta noche.
— Gracias Maki-han…
Mizuki terminó las clases, salió de aquella humilde casa, estaba en el puerto el cual estaba repleto de barcos descargando y cargando mercancías de todo tipo, en uno de esos barcos incluso había chicas con ropas muy exóticas venidas de tierras lejanas.
— Es increíble lo vivo que está el puerto Mizuki-sama.
— Si…
Al lado de Mizuki estaban Mako y Miku quienes caminaban a su lado como sus damas.
— Como la isla central está cerrada a los extranjeros esta isla es usada como centro de descarga para luego ser enviadas a la isla central, con ello gana una gran comisión.
— Cierto, me duele admitirlo, pero ahora la isla esta… prosperando…
Ambas chicas se tapaban la boca ya que al frente de ellas estaba Mizuki quien solo seguia caminando.
…
…
En la noche, en la gran casa de Mizuki estaba la ama con un vestido algo lujoso, con colores llamativos de color azul marino.
— Se ve hermosa Mizuki-sama.
— Si, muy esplendida, realmente se ve como alguien de la realeza.
— Gracias chicas, está bien, puedo encargarme yo sola desde aquí.
— Pero Mizuki-sama la general nos ha pedido servirla en todo.
— Bueno, agradezco sus servicios.
En la mesa de aquella casa estaba la vista a un pequeño estanque con algunas carpas en ella.
— Sabia que traer esas carpas era la mejor elección para este hogar, se hará más y más grande estoy segura jajaja.
— General, buenas noches, bienvenida de regreso de sus campañas militares.
En la entrada de la sala estaba Mizuki con su ostentoso Kimono, a su lado sus sirvientas Maku y Miku.
— Oh, pero que preciosura, realmente eres hermosa Mizuki, digna de ser la esposa de la gran general Mura Ragi.
Sobre la mesa yacía un gran banquete lleno de toda clase de platillos, mariscos, peces, pulpos, pero sobre todo pollo y carne de cerdo.
— Debes admitir que desde que se unieron al Shogunato la vida de todas ha prosperado ¿no crees Mizuki?
— Si general, la vida ha prosperado desde su llegada, muchas gracias por todo.
— Muy bien vamos a comer, come todo esto, eres la ama de esta isla después de todo ¿no lo crees Mizuki Ragi?
—… si…
Los ojos de Mizuki estaban vacíos de emoción, en efecto todo había mejorado, pero se sentía como si fuera un ave en una jaula de oro.
La noche avanzaba, los platos de la mesa habían sido comidos parcialmente, sobre todo los de la general el cual cada plato solo había sido mordisqueado, pero ningún plato terminado a diferencia del lado de Mizuki el cual solo comió dos platillos, los que estaban hechos de los peces locales de la isla al igual que las verduras.
— Oye, Mizuki ¿Por qué no comes el resto? la carne se echará a perder.
— Lo siento, no tenía mucha hambre.
— Vaya que eres aún muy humilde jaja, si, así me gustas.
Los sonidos de platos callándose se escucharon, sobre el tatami yacía Mizuki quien tenía a la general sobre ella.
— Vamos a divertirnos, hace meses que no lo hacemos, es hora de comer el platillo principal.
— … sírvase…
— Mizuki se abrió el kimono dejando ver sus pechos, pero en su piel estaba la marca de cortes.
— Desde la primera vez que vi tu cuerpo desnudo sabía que no me equivoqué contigo, tienes el cuerpo de una mujer fuerte, tu serviste a alguien importante para tener esas marcas de guerra ¿Quién fue? ¿A qué Shogun le serviste?
Mizuki no respondía.
— En fin, lo que importa es que ahora eres mía, tu cuerpo y alma jaja.
La general se quitaba sus prendas dejando ver también sus pechos desnudos, su cuerpo también estaba llena de cicatrices de guerra y en su espalda tenía el tatuaje de una tigresa albina.
— Ambas somos iguales, pasamos por el campo de guerra, hemos visto el infierno y aun así seguimos con vida.
La general chupaba los pechos de Mizuki quien trataba de no reaccionar, pero eso fue difícil cuando en su intimidad sentía unos dedos coquetos masajeándola, eran dos dedos que se deslizaban de arriba hacia abajo en la entrada haciéndola entrar en calor.
— hmm…
Mizuki dejó ir un gemido.
— Oh ¿Eso fue un gemido? entonces eso te gustó jajaja, si, si, así, así.
Los dedos de la general sentían como se humedecía la intimidad de la sacerdotiza.
— Hmmm… ¡Hmmmm!
— Vamos, vamos, sé que te gustan estos.
La general sacó sus dedos totalmente húmedos con los jugos de amor de Mizuki para luego lamerlos pervertidamente y luego con ellas mismas masajear su propia intimidad.
— ¿Ves esto? son mis dedos con el jugo de amor de ambas.
Antes de que pudiera reaccionar Mizuki la general introdujo sus dedos en la boca, la sacerdotisa tenía los ojos llorosos, pero al mismo tiempo con furia.
— Como me encantan tus ojos, ahora quiero besarte, pero aún tengo miedo de que me vayas a arrancar la lengua jaja, mejor ponte esto.
La general colocó una mordaza en la boca de Mizuki para posteriormente separar sus piernas al mismo tiempo que ella dejaba expuesta su propia intimidad.
— Vamos a besarnos aquí abajo, ahhh… ¡Hahhhhhh!
La intimidad de ambas mujeres se estaba restregando apasionadamente con el jugo de ambas, el sonido de la mesa siendo golpeada por el cuerpo de ambas chicas se escuchaba intensamente.
— ¡Hahhh! ¡Hahhhhh! ¡Estoy por correrme! ¡Hahhhhh!
De la entrepierna de ambas chicas una gran cantidad de líquido se vio derramarse mojando el tatami, con su mano la general le quitó la mordaza a Mizuki.
— Hah… hah… hah…
Mizuki seguía respirando erráticamente.
— Que delicioso, se nota que te gustó, mira, también te corriste.
La general apartaba su entrepierna de la de Mizuki dejando un hilo de jugo de amor conectándolas.
— Mizuki, eres la esposa que tanto buscaba, espero con fervor que quedes embarazada de mis hijas.
La ama de la isla se puso de nuevo sobre Mizuki.
— Vamos a hacerlo hasta dejar tu vientre lleno de mis jugos de amor.
— ¡Hmmmmm!
Aquella noche tanto Mizuki como la general copularon intensamente compensando los meses que no se vieron, detrás de la puerta estaban Mako y Miku quienes escuchaban todo, una de ellas tenía las manos en la pierna de la otra manoseándola, sus mejillas estaban sonrojadas y sus piernas se apretaban entre sí.
La noche se hizo de día y en un bosque cercano varias mujeres cortaban arboles haciéndolos caer y jalándolos con las bueyes que tenían.
— Oye, mira ese árbol.
En las raíces de un árbol gigante estaba la entrada de una cueva, en el fondo de ella se podía deslumbrar una luz purpura que las hacía sentirse atraída.
— Aquí es donde la general quiere construir su segunda casa, talemos también ese árbol… por lo que podemos quedarnos con lo que encontremos allí ¿no?
— Si… es verdad…
Las raíces de aquel árbol fueron cortadas por aquellas mujeres venias de otras islas, al hacerlo un camino se abría ante ellas, lo suficientemente grande como para que pudieran pasar.
— ¿Es una estatua? que fea.
— Pero mira lo que tiene en la frente, parece una perla.
— Una perla purpura, ha de valer una fortuna, de seguro es un tesoro que las perras de la isla quisieron ocultar.
— Si, vamos a quedarnos con ella.
Con un hacha japonesa de estilo antiguo una de las mujeres corto… y entonces salió un chorro de líquido vital rojo…
— ¿Por… que?
El cuerpo de una de las chicas calló desangrándose, la mujer que lo hizo estaba allí con sus ojos sin vida, sin ninguna luz.
— Por… Damu… Sama…
— ¡CRACK!
Aquella estatua fue destruida, aquel orbe purpura calló al suelo y de ello salió un líquido negro y viscoso que se arrastró por la tierra hasta que encontró aquel cuerpo y lo absorbió.
— Hah… mujeres… este mundo…
Un sonido apenas entendible salía de aquella cosa que se levantó poco a poco hasta estar al frente de su invocador.
— Damu-sama…
La mujer con ojos sin vida abrió sus brazos, y con ello se dejó absorber por la criatura que la engulló por completo, aquella cosa empezó a adoptar una forma de bestia, con enorme garras y piernas que parecían más de una perra que de una humana, su cabello empezó a crecer hacia atrás y sus puntas eran filosas.
— Más… necesito más…
La bestia salió de aquella cueva viendo en frente suya el interior de la isla, los campos de arroz, las agricultoras, un enorme cumulo de nubes negras se empezaron a acumular en el cielo dando avisos a la tormenta que se avecinaba hacia aquel lugar y el destino de Mizuki cambiaria para siempre.
…
…
…
En la isla central de japón, en un castillo gigantesco, en medio de nobles vestidos con kimonos elegantes yacía una mujer con el cabello blanco quien sintió un escalofrío en su interior.
— No puede ser…
La mujer se movió a un balcón alejado, de su cabellera blanca se levantaron dos orejas del mismo color, eran más grandes que las de un gato, pero más pequeñas que la de un conejo y su kimono se transformó en un vestido al estilo occidental con un moño blanco y en el centro una gema en forma de corazón rosado.
— Venalita… ¿Es otro de tus hijos?
— Continuará…
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