Nota: Disculpen por no haber escrito la semana pasada, me enfermé pero ya regresé y puedo decirles que esta historia de Minakami Mizuki durará hasta la parte 3, espero que lo disfruten mucho y encuentren varias referencias ;D
La luz del sol traspasaban las delgadas puertas corredizas del cuarto en la residencia de Mizuki, el cuarto estaba hecho un desastre, objetos tirados, jarrones caídos, el piso de tatami tenia marcas de uñas, prendas de ropa por todo el piso y en medio del cuarto habían dos cuerpos desnudos solo tapados por una sábana de alta calidad.
— … ¿Ya es de día?
Mizuki lentamente abrió los ojos, vio todo el desastre de su cuarto, por algún motivo sentía su cuerpo muy complacido como si le hubieran dado el mejor masaje de su vida, pero al contacto de su mano sintió la piel de otra persona.
— Es verdad…
A su lado estaba su actual esposa, la general Mura Ragi quien dormía con una sonrisa plena, sus dientes eran como las de una depredadora sexual, como la noche anterior se lo hizo a ella.
— «Debo lavarme»
Mizuki se paró lentamente para salir del cuarto pero al tratar de hacerlo una mano la agarró.
— Buenos días mi amor ¿A donde vas tan temprano?
La general la jaló con su mano haciendo que Mizuki nuevamente callera al futón, la luz del sol que entraba por las aberturas del cuarto dejaban ver una escena singular, Mizuki con su cuerpo desnudo encima de la general quien también estaba como la trajo al mundo, sus rostros estaban a pocos centímetros de tocarse.
— B-buenos días general, solo iba a bañarme, estoy sucia.
— ¿Sucia? ¿Donde? Si eres la mujer más hermosa del shogunato.
La general colocó su mano en el suave y redondo trasero de su sacerdotisa y ahora esposa quien posteriormente se sonrojó como si fuera una jovencita aún virgen.
— G-general, es muy temprano para esas cosas…
— Puedo tomarte cuanto y cuando yo desee, Minakami Mizuki.
Antes de que pudiera refutarle la general la tomó de sus labios para chocarlos con los de ella en un profundo beso mientras introducía su lengua en lo más profundo de su ser.
— ¡Hmmmmmm! ¡Ahhh!
El beso fue cortado cuando ambos labios se separaron dejando una hilera de saliva que las tenia aún juntas.
— Hah… hah… g-general…
Mizuki seguía extasiada por el beso y la mano que estaba en su trasero ahora estaba acariciando su entrepierna.
— Eres una mujer hermosa, joven, fértil, seguramente podrías darme muchas hijas muy saludables… si tan solo yo…
— ¿Usted?
— Tche…
La general se abalanzó sobre Mizuki estando ahora sobre su esposa, la mirada de la mujer tenia cierta angustia y furia, debajo de ella estaba el cuerpo desnudo de su esposa con la descripción que le dio, pese a sus cicatrices de batalla aún era muy hermosa, con un físico envidiable.
—¿G-general? ¿Q-que le pasa?
— ¡Arghh!
La esposa de Mizuki abrió la boca mucho más que de costumbre para luego dirigirse a su cuello y posteriormente clavarle sus dientes en su delicada pero firme piel.
— ¡Haaaahhhhhhhhh!
Mizuki sintió la mordida de su esposa la cual era más agresiva que en otras ocasiones, pero esa sensación era distinta, sentía dolor pero también placer, de hecho sentía como si una corriente eléctrica la atravesara hasta la punta de sus pies, su entrepierna aún sensible disparó una pequeña pero potente descarga de jugo intimo, aquella mordida fue suficiente para hacerla correrse intensamente.
El grito de Mizuki se apagó a medida de que su éxtasis la hizo caer dormida debajo de su esposa quien hizo lo mismo.
— M-mizuki-sama el desayuno esta list… ¡Ahhhh!
Miku entró al cuarto y vio la escena donde sus amas estaban desnudas una sobre la otra en medio de aquel desastre de cuarto.
— ¡D-disculpe!
La sirvienta salió del cuarto despavoridamente por el miedo de haberlas interrumpido.
…
…
…
En el comedor estaban Mizuki y Mura comiendo su desayuno el cual era una sopa de miso con un enorme pescado servido elegantemente en medio de la mesa, el ambiente estaba algo tenso ya que se podía ver en el cuello de Mizuki las marcas de una gran mordida.
— Que delicioso está el desayuno después de una buena cena jiji
— General… se pasó con esa mordida…
Mizuki estaba notoriamente molesta por lo que su esposa le hizo apenas despertar.
— Jajaja, perdón, perdón, es que no pude resistirme darle un «beso» de buenos días a mi esposa.
— Pero esta mordida… ¿Acaso es la marca de sumisión?
Mizuki se tocaba la mordida que tenia en su cuello.
— Vaya, veo que sabes de aquello.
La sacerdotisa colocó su mano en su pecho con un notorio sonrojo en sus mejillas.
— Es la marca que la dominante deja en su pasiva como prueba de su propiedad, las concubinas de la emperadora solían ser marcadas por ella misma, posteriormente eran tatuadas para ser marcadas para siempre…
— No eres una simple sacerdotisa como me lo imagine desde un principio.
La general comía el pescado con sus palillos mientras miraba a su esposa.
— Entonces ¿En verdad desea que de a luz a sus hijas?
— … Mizuki ¿Podemos dar un pequeño paseo?
La sacerdotisa pudo sentir el tono extraño en que su esposa se lo decía.
— Si.
…
…
…
Ambas mujeres caminaron con sus Yukatas ya puestas por las riveras de la isla, desde donde estaban se podía ver la construcción de los cimientos del castillo.
— La construcción va a buen ritmo, de seguir así el castillo quedará listo en menos de una sola generación.
— Gracias al comercio que se ha abierto en la isla han llegado muchas de las herramientas necesarias.
— Lo se, el comercio es el futuro de nuestra nación, una vez que la shogun unifique todo japón nos expandiremos por el resto de naciones insulares e incluso del continente.
— Es muy ambiciosa.
— Jaja, es obvio, sin ambición una mujer quedaría estancada viviendo en la mediocridad, y esa clase de mujer no soy yo.
La general se volteó para ver el vasto océano que rodeaba la isla.
— Ojalá tuviera descendientes que lo vieran…
— ¿General? ¿Por qué dice eso?
— Mizuki, dime ¿Cuántos años crees que tengo?
— Este…
Mizuki vio a su esposa con aquella Yukata, pudo ver su cuerpo desnudo lleno de cicatrices, por su rostro podía deducir cierta edad pero no sabia si ser honesta o tratar de ser menos directa hasta que una idea se le vino a la mente.
— La edad en que ya debería ser una madre…
La general vio a Mizuki en silencio unos segundos y entonces solo rio.
— ¡Jajajaja! En serio Mizuki eres toda una mujer llena de sorpresas.
Tras varias risas la general se quedó unos segundos en silencio.
— Pero tienes razón… ya debería tener hijas a esta edad…
La general sacó de su yukata un cuchillo que tenia guardado.
— Cuando era una niña tenia que hacer de todo para sobrevivir, mi madre estaba enferma ya que fue usada y abusada para satisfacer a las soldadas de la derrocada shogun, incluso tuve que seguir los pasos de mi difunta madre… había varias soldadas que les encantaban las chicas pequeñas… y duré así por al menos un año…
Mizuki al escuchar dicha historia no hizo más que recordar las cicatrices del cuerpo de Mura Ragi.
— Cuando cumplí doce mi madre falleció, quedé sola con mi hermana menor la cual apenas y podía caminar por si misma, me molesta decirlo pero sin nuestra madre ya no debía sobre esforzarme para sustentarnos, y fue cuando dejé de vender mi cuerpo, al ver que durante todo el año que lo hice nunca quedé embarazada me hizo dar cuenta que quizás yo… era una dominante, mi madre fue una pasiva que atraía a toda clase de mujeres por su aroma, por eso quedó embarazada tan joven.
En ese momento la general se acuclillo en el suelo y clavó su cuchillo en la tierra, la dejó clavada, en su mango había escrituras en japonés antiguo.
— Fue entonces cuando recordé que en una de esas noches que vendí mi cuerpo una general estaba planeando una rebelión contra la anterior shogun, usé la información que reuní para venderlas, gané algo de dinero y la oportunidad de unirme al ejercito. Así fue como empecé mi carrera militar, como informante, crecí y crecí entre las filas del ejercito hasta que al llegar a mis catorce años tuve la oportunidad que quería.
— ¿Oportunidad?
— Si, traicioné a la anterior Shogun dejando una entrada libre a su castillo no sin antes haber matado a la maldita escoria que abusó de mi madre cuando era joven… y también muy posiblemente… mi madre de sangre…
— ¿Tu madre?
— Jajajaja, si, esa maldita no lo sabia pero mi mamá me lo contó en su lecho de muerte, fue en ese momento en que logré pasarme al lado vencedor y así finalmente me volví una general con mis propias soldadas.
A lo lejos de la isla se podía ver unas nubes negras acercándose, el viento soplaba fuerte.
— Durante catorce años estuve luchando incontables guerras para la shogun Morino-sama hasta el día de hoy.
— ¿Hasta el día de hoy?
— Si… la verdad es que durante los catorce años que he sido general he conquistado incontables pueblos, aldeas e islas, cada una de ella con sus propias mujeres hermosas y encantadoras, tantas bellezas, tantas preciosuras, jaja en verdad me divertí bastante.
El viento soplaba más fuerte, las hojas de los arboles se movían de un lado al otro.
— ¿Por qué me dice todo esto general? Presumir de todas sus mujeres… ¿Acaso usted…?
— Si, lo has adivinado ¿Por qué en mis catorce años como general no tengo ninguna hija? simple…
La general vio directamente a su esposa Mizuki.
— Soy estéril…
— Estéril…
— Si, soy incapaz de tener descendencia, no se si sea por alguna enfermedad o algo así… pero tras mi muerte mi apellido morirá.
— Pe-pero ¿Y su hermana menor?
— Ah… ella… tras crecer nos separamos, sabia que si seguíamos juntas tarde o temprano la utilizarían contra mía sea secuestrándola o que me traicionara, ella se cambió de nombre, ni siquiera yo se donde está o como se llama…
— Entonces ¿Por qué esta conmigo si no puede tener hijas?
— ¿No es eso obvio?
La general caminó hacia Mizuki con determinación hasta tenerla frente a frente.
— Porque desde la primera vez que te vi supe que eras una mujer única como yo
— Es usted… una loca…
— Jajaja, me lo han dicho mucho las mujeres de las otras islas.
— ¿Otras islas?
Mizuki puso cara de pocas amigas al escuchar aquello.
— E-este… bueno… digamos que para forjar alianzas he tenido que… bueno… casarme… con otras mujeres…
— … ¡¿Qué dijo?!
Mizuki alzó la voz de forma temeraria, de su cuerpo salía un aura bastante inquietante que incluso la general se sintió sobrepasada.
— ¡¿Qu-qué podía hacer?! No puedo simplemente ir por aldea en aldea arrasando y quemando todo, la diplomacia es importante también, además como soy estéril no debo preocuparme en problemas de herencia jeje… el plan perfecto…
Mizuki se había volteado para no ver a su esposa luego de haberle confesado semejante revelación.
— V-vamos Mizuki-chan, te he contado toda la verdad porque tu eres la mujer que de verdad me siento a gusto, vamos, vamos, no me ignores…
Mizuki seguía sin voltear la mirada, aunque no lo mostrara ella estaba haciendo un pequeño puchero mientras estaba algo sonrojada.
— Idiota…
— L-lo siento… ¡Auch!
Mizuki le había dado una patada en el trasero a su esposa quien se estaba agarrando con su mano, pero aquel momento de intimidad no sexual no duraría para siempre, a pesar de que era medio día el cielo se empezó a oscurecer por las nubes oscuras que habían llegado del horizonte.
— Parece que una tormenta se aproxima, será mejor que nos retiremos Mizuki-chan
— Hum… bueno…
Pero antes de que ellas regresaran a casa no sabían que al otro lado del pueblo algo se estaba gestando y un caballo se aproximó hacia ellas a toda prisa con una soldada.
— ¡Ragi-sama!
— ¿Qué sucede? ¿Por qué ese escandalo? ¿Acaso es un ataque rebelde?
— No es eso, es algo peor, general ¡Es un monstruo!
— ¿Monstruo?
Al momento de escuchar esas palabras Mizuki pudo sentir una extraña sensación que venia desde dentro de la isla.
…
…
…
— ¡Corran! ¡Corran!
— ¡Mamá!
— Yo te protegeré.
— ¡Soldadas! ¡Ataquen!
En el camino que conducía del centro de la isla al puerto, rodeado de campos de arroz, varias mujeres corrían desesperadamente, al fondo de ese camino había un charco de sangre con mujeres desmembradas, decapitadas entre otras atrocidades.
— Mu-je-res…
Había varias soldadas con sus uniformes atacando a la bestia con sus enormes lanzas pero cuando estas tocaban la piel de la bestia no podían atravesarle, la bestia tenia la piel oscura y viscosa que parecía estar goteando en el piso, en el pecho de la bestia había algo parecido a una mascara blanca con agujeros que hacían de ojos y boca pero estos estaban fragmentados.
— ¿¡Por qué nuestras armas no funcionan!?
— ¡Sigue atacando! ¡Ataquen!
Cuando las soldadas se aproximaban a la bestia para atacar esta no hizo más que reír con su hocico de bestia mostrando sus enormes dientes y en un abrir y cerrar de ojos se impulsó con sus patas atravesando a todas sus adversarias hasta ganar distancia, todas ellas se quedaron quietas sin decir o hacer nada como si el tiempo se hubiera congelado.
— P-pero ¿Qu-?
Las cabezas de todas aquella soldadas cayeron en el piso dejando en el cielo el chispeo de su sangre que salía de sus cuellos recién decapitados.
— Ah… delicioso… sangre… mujeres… ah…
La bestia abría la boca dejando que la sangre entrara en su lengua, sentía una sensación de éxtasis que hacia que su pelaje blanco y puntiagudo que salía de su cabeza creciera más y se hiciera más afilado.
— Mamá…
— ¡Hija!
La bestia tenia en sus garras la cabeza de una pequeña niña quien lloraba, su madre yacía en el piso con una sensación de impotencia.
— ¡Ahhhhhh!
La niña gritaba de dolor al sentir su cabeza siendo aplastada pero entonces una vasija con un pedazo de tela incendiada fue lanzada hacia su cuerpo incendiando a la bestia.
— ¡RAAAAAAAAHHHHH!
Mientras la bestia sentía el calor abrazador una lanza cortó su garra dejando libre a la niña quien cayó en los brazos de una mujer de cabello purpura.
— ¿Estas bien?
— S-si… ¡La general!
La niña se había sorprendido al ver que la general la había salvado, entonces ella misma entregó a la niña en las manos de su madre.
— ¡Váyanse rápido! ¡Nosotras nos encargaremos de esa bestia!
En frente de ellas apareció Mizuki quien estaba vestida con su traje de sacerdotisa, en sus costados tenia varias vasijas pequeñas con tela que salían de ellas.
— ¡Si! ¡Gracias Mizuki-sama!
La mujer salió despavorida con su hija mientras la general y la sacerdotisa estaban frente a la bestia la cual trataba de apagar el fuego con una mano.
— ¡¿Qué es ese monstruo?!
Preguntó la general.
— Es aquella bestia que calló del cielo hace unos años, la sellé en una cueva pero… se ha liberado…
— ¿¡Monstruo sellado!? carajo…
La general sonrió en ese momento.
— Hace tiempo que no veía a un monstruo así desde la gran rebelión contra la anterior shogun.
— ¿Acaso tu también?
— Mizuki-han, en la gran guerra han ocurrido muchas cosas horribles, pero esos monstruos eran débiles, delgados y sobre todo sin cerebro.
— No, te equivoca, este monstruo es otra cosa… puedo sentirlo…
En el punto de vista de Mizuki podía sentir como el verde de la naturaleza que rodeaba todo era repelido y consumido por la oscuridad purpura que emanaba de la bestia.
— Jaja… ja…
El fuego se consumió, en ella estaba la bestia la cual tomó su garra que estaba en el piso y se la pegó nuevamente a su muñeca.
— ¿Donde… esta?
La bestia preguntaba por alguien.
— ¿Estar quién? ¿Qué eres bestia infernal?
Preguntó la general.
— Vena… lita… sama…
— ¿Venalita?
— ¡Raaaaaaaawwwhhhh!
La bestia dio un rugido para posteriormente tirarse ante las defensoras de la isla quienes afortunadamente se separaron evitando aquel corte infernal.
— Debemos evitar que vaya al puerto, debemos dirigirlo lejos.
— Si, súbete.
Mizuki se trepó en el caballo de la general y a toda velocidad se alejaron de la bestia.
—… ¡Raaaaahhhh!
La bestia corrió a toda prisa hacia donde iban las esposas, el caballo apenas y era más rápido que aquel monstruo, poco a poco se estaban aproximando hacia los arboles que separaban los campos de arroz de la rivera interior de la isla.
— ¿Puedes verla Mizuki?
— No, pero puedo oírla y… ¡Arriba!
— ¡Raaaaawhhh!
El monstruo le dio al caballo cortando su cuello haciéndolo desangrar, Mizuki y la general lograron alejarse a tiempo evitando un corte mortal.
— ¡Kanade!
La general miró con terror como su fiel caballo había sucumbido ante la bestia.
— Maldita bestia, me las vas a pagar…
Mura Ragi se puso en posición sacando su katana y adoptando su posición de combate.
— ¡¿General?!
— Mizuki, no podemos dejar que aquella bestia siga matando a más inocentes ¿Verdad? yo atacaré de frente, tu sigue atacándole con aquellas vasijas incendiarias.
— ¡Si!
La general esperó con determinación su turno para pelear mientras Mizuki estaba detrás mirando lo que estaba por pasar hasta que de repente las gotas de lluvia empezaron a caer.
— ¡Raaaaaaawwwhhh!
— ¡Ahhhhhhhhh!
La bestia se lanzo hacia la general con toda su ira descontrolada mientras que ella con su katana mantenía su postura, las garras de la bestia le caía como una lluvia de flechas, el sonido del metal chocando con las garras de la bestia se ahogaban con el sonido de la lluvia.
— ¡Ahora!
Varias vasijas incendiarias cayeron a los lados de la bestia encendiéndose.
— ¡Raaaaawwhhhh! ¡Fuego nooooo!
— ¡Ahoraaaa!
Con el filo de su katana la general apuntó al pecho, al corazón y al cuello haciendo que la sangre de la bestia saliera disparada hacia el cielo, pero el color no era rojo como el de todas las mujeres sino negro, un color negro y viscoso.
— ¡Aghhhhh!
— ¿Pero que demonios es esa sangre?
El monstruo se agarraba del cuello, las gotas de su liquido vital formaron un charco que lo rodeaba.
— Jajaja, lo sabia, nadie puede contra la gran general Mura Ragi.
Pero lo que no sabia la general era de que la sangre que le rodeaba y estaba encharcada en el piso se empezaba a mover.
— ¡General! ¡Detrás suya!
— ¡¿Qué?!
De la sangre se empezaron a formar otras criaturas más pequeñas, eran también negras y viscosas pero esta vez usaban mascaras en sus cabezas.
— Carajo ¿Acaso no se acaban?
La general estaba rodeada de más enemigos quienes estaban quietos hasta que alguien habló.
— ¡Raaaawhhh!
Tras escuchar aquel grito de guerra las criaturas pequeñas se tiraron hacia la general.
— ¡Ragi-sama!
— ¡Carajo!
La general agarró con firmeza su katana para enfrentarse a las criaturas quienes eran cortadas con gran velocidad pero algo estaba pasando.
— Demonios, mi katana, no tiene filo ¿Como?
Fue cuando recordó el enfrentamiento contra el monstruo chocando su katana con sus garras.
— Las katanas son buenas para cortar carne pero no contra objetos duros, ha perdido filo, demonios.
— ¡Raaaaawwhhhh!
Una sombra estaba detrás de la general, era el monstruo quien aprovechó la confusión para tirarse sobre su victima.
— «Oh no… supongo que… es mi fin…»
La bestia estaba por alcanzarle con sus garras pero entonces algo lo detuvo.
— ¿He?
—… ¡Raaawwhhh!
La abominación escupido sangre negra de su boca y de su pecho algo sobresalía, era el filo de una lanza.
— ¡Aléjate de mi estúpida esposa bestia infernal!
Era Mizuki quien apuñaló por la espalda a la bestia con una lanza que tenia.
— Jaja, por eso es que me enamoré de ella.
La general estaba orgullosa mientras despedazaba al resto de bestias.
— Grrr… jaja… jajaja…
La bestia se empezó a reír.
— ¿Qué acaso esta bestia no se puede morir de una maldita vez?
Ragi se quejaba mientras terminaba de despedazar al resto de monstruos, en ese momento Mizuki se alejó de la bestia tomando distancia.
— ¡En el cielo! ¡General!
— ¿Qué? ¿Qué carajos es eso?
En el cielo se vieron algo que no eran nubes, eran, eran los monstruos que salieron del monstruo pero inflados como si fueran intestinos de animal inflados pero de color negro.
— Debemos alejarnos más general.
— S-si…
— Raawwhh jajajaja.
Las esposas salieron corriendo hasta que llegaron a un risco, al costado a la distancia estaba la construcción del castillo pero en frente de ellas estaba el monstruo junto a su ejercito de aberraciones.
— No tenemos escapatoria… maldita sea… ¿Habrán informado de la situación? ¿Habrán enviado refuerzos?
— General… en verdad te preocupan las mujeres de esta isla…
— Obvio que si, si tu las amas y proteges entonces yo también…
En ese momento la general se acuclilló, en su costado estaba una marca de sangre.
— ¡General! ¡General!
Mizuki fue a auxiliar a su esposa.
— Maldición, debió ser mientras intercambiábamos ataques… esa bestia… es diferente…
— No hables, no hables, ya te voy a curar… yo…
— Mizuki-han… huye… déjame aquí, tu… debes vivir…
Frente a ellas estaba la bestia que se regeneraba lentamente mientras que en el cielo estaban aquellos monstruos inflados voladores, a sus lados sus esbirros y al fondo las nubes negras que no dejaban de expulsar el diluvio, las olas detrás de las esposas golpeaban fuertemente las rocas que estaban en el mar.
— Pele… aron… bien…
La bestia estaba hablando.
— Este mundo… mujeres… ustedes… no ser real… venalita… sama…
La bestia se había regenerado por completo, sus garras las enterró en el piso y abrió su boca, de sus fauces se empezó a acumular energía, una energía oscura y purpura que brillaba al mismo tiempo que se comía la luz que la rodeaba, todo se puso en tonos grises hasta que de nuevo regresó el color.
— General, aunque me haya chantajeado para casarme con usted, aunque me haya engañado con muchas mujeres yo… no me arrepiento de la vida que he tenido…
— Mizuki…
— Si este es mi final… lo aceptaré con honor, con honor hasta el final.
— Tche…
La bestia ya tenia el ataque cargado y fue cuando en un abrir y cerrar de ojos lo lanzó con toda su furia haciendo que incluso varios de sus esbirros a volar, pero antes de que el ataque diera en el blanco Mizuki fue empujada…
— ¿He?
Mizuki miraba como estaba cayendo del risco en donde estaba con su esposa, lo último que pudo ver era el rostro de su esposa, la general Mura Ragi sonriendo y diciendo algo con sus labios ensangrentados…
— Te… amo…
Esa fue la última vez que la vio, enseguida su cuerpo fue desintegrado por aquel rayo de energía que salió volando hacia adelante sin parar hasta que se perdió en el horizonte.
El cuerpo de Mizuki cayó por fortuna en la parte donde había agua pero más abajo del agua unas rocas lograron golpear su cabeza haciéndola ensangrentar.
— ¿Voy… a morir? General… mi vida… mi amor… su amor… la isla…
Su visión se empezó a nublar lentamente, el frio del mar la hacían sentir la nada absoluta hasta que de repente perdió la conciencia.
…
…
…
La bestia con su ejercito de esbirros nacidos de su propia sangre estaban dirigiéndose hacia el puerto donde estaban todas las mujeres de la isla embarcándose lo más rápido que podían para huir pero no había suficientes barcos para todas.
— Por favor, al menos llévense a mi hija por favor.
— ¡Lárgate!
— ¡Fuera de mi camino!
— Corran, corran.
La bestia estaba a unos pocos cientos de metros de la entrada al puerto y en sus dientes se podía ver su baba cayendo al piso.
— Mujeres… muchas… mujeres… para venalita-sama…
…
…
…
— ¡General!
Mizuki despertó desesperadamente, estaba encima de las rocas.
— Coff… coff…
La sacerdotisa estaba escupiendo agua de mar, hace poco estuvo a punto de agotarse pero cuando recobró mejor la conciencia pudo ver a alguien a su lado, era una figura blanca que irradiaba una luz cálida que hacia que sus heridas se sintieran menos dolorosas, al principio creyó ver algo pequeño y flotante con enormes orejas pero cuando abrió mejor los ojos pudo ver a una mujer.
— ¿Estas bien?
— ¿Qu-quien… eres tu? no… eso no importa… la general… Mura Ragi… mi esposa…
Lagrimas cayeron de los ojos de Mizuki.
— La vi, lo siento, no pude llegar a tiempo para salvarlas a ambas… esa bestia… el hijo de Venalita… pero… ahora se están dirigiendo al puerto.
— ¿El puerto? ¡No! D-debo ir… a protegerlas… yo…
Apenas se podía mover pero cuando lo hacia podía sentir aquel dolor en su cabeza.
— ¿Tanto quieres salvar al resto de mujeres en la isla?
— S-si…
La mujer se paró, entonces de su cabello blanco salieron dos enormes orejas algo más pequeñas que los de un conejo.
— Dime, Mizuki-han…
Sacó algo de su bolsillo y abrió su mano, en ella había un artefacto en forma de corazón y en su núcleo tenia un cristal transparente.
— ¿Te gustaría convertirte en una chica mágica?
— Continuará…