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(Web Novel) Un mundo carmesí: Las esposas del héroe le hacen NTR

CAPÍTULO 1: Las esposas del héroe le hacen NTR

Sonaban las campanas de la iglesia, varias palomas blancas volaban en el cielo despejado, era un hermoso día en la capital del reino de Fragia. Muchas personas estaban reunidas a las afueras de la catedral, adentro se realizaba una boda.

La catedral estaba totalmente llena de invitados, hombres, mujeres y niños se habían reunido para presenciar la unión de tres personas.

¿Tres personas? Si, no estas leyendo mal. En el altar había un hombre joven de cabello castaño y ojos de color amarela, a su lado había dos mujeres con hermosos vestidos de boda de color blanco; ellas eran las novias.

-Damas y caballeros, hoy estamos reunidos para unir en sagrado matrimonio a estas 3 maravillosas personas.

Ese apuesto joven alto soy yo, mi nombre es Alexis y esta es mi boda.

-Princesa Beatriz Bertrand, hija de Bartholomeo y Elisia Bertrand. Princesa del Reino de Fragia.

Le retiré el velo a la princesa dejándome ver a una hermosa chica de cabellera rubia ondulada con preciosos ojos azules, era apenas más pequeña que yo, pero con una figura preciosa.

-Santa Ciel, la representante en la tierra de la Diosa todo poderosa que bendice a nuestro bello Reino de Fragia.

Le retiré el velo a la otra chica; era pequeña, de cabello negro y ojos verdes, su estatura era muy baja pero encantadora.

-Héroe Alexis, que salvó al nuestro reino de las garras del Rey Demonio en la Gran Guerra Demoniaca, ¿Aceptas unirte en sagrado matrimonio junto a la princesa Beatriz Bertrand y a santa Ciel?

Todos en la sala estaban observando este importante acontecimiento, era el matrimonio del héroe Alexis, quien derrotó al Rey Demonio y ayudó al Reino de Fragia a ganar la Gran Guerra Demoniaca. Él se casaría con la princesa Beatriz y santa Ciel.

-Acepto.

Respondí con orgullo.

-Su majestad Beatriz Bertrand, que durante la Gran Guerra Demoniaca ejerció como Lady Regente en ausencia de su padre liderando al Reino de Fragia ¿Acepta casarse con el héroe Alexis?

-Acepto orgullosa.

-Y usted, santa Ciel quien luchó junto al héroe Alexis y le ayudó a derrotar al Rey Demonio ¿Acepta casarse con nuestro héroe?

-…Acepto.

-Entonces yo, Magno Luise XII, con mi autoridad que ejerzo como santo pontífice de la religión del Reino de Fragia; Los declaro como marido y mujeres, puede besar a sus novias.

Todos en la catedral aplaudían felicitándonos por nuestro matrimonio mientras yo besaba a mis ahora esposas.

Y así fue como tras reencarnar en este mundo me convertí en el héroe Alexis, derroté al Rey Demonio y me casé con la princesa Beatriz Bertrand y santa Ciel, mi amiga de la infancia.

Han pasado varios meses desde que nos casamos, nos habían regalado una mansión a las afueras de la capital real lo suficientemente cerca para llegar rápidamente al castillo en caso de una emergencia, pero lo suficientemente lejos para tener cierta tranquilidad de la ajetreada vida capitalina.

Pese a estar casados hasta ese día nunca habíamos tenido relaciones sexuales: en el mundo del cual vengo lo normal es la monogamia, a excepción de algunos países de Medio Oriente, pero el hecho de tener dos esposas nunca había pasado por mi mente y tenerlas a ambas frente a mí más que excitación me provocaba confusión, pero al mismo tiempo tenía gran curiosidad de saber cómo se sentiría hacerlo con dos chicas a la vez.

Acordamos que, como era la primera vez que íbamos a hacerlo, sería entre los tres para fortalecer nuestros lazos como un matrimonio feliz y allí estábamos, todos juntos en la habitación más grande de la mansión.

En una enorme cama matrimonial en la habitación más grande y majestuosa de la mansión, los tres andábamos como la Diosa nos trajo al mundo y debía elegir con quien iniciar: al verlas a ambas desprendiéndose de sus ropas no podía hacer más que maravillarme ante la bendición de haberme casado con ambas.

La princesa Beatriz era una hermosa mujer de cabello rubio, ondulado y muy largo que le llegaba hasta la cintura, sus ojos azules eran tan hermosos que con solo verlos me sumergía profundamente en su mirada como si del océano fuera, sus pechos eran enormes, muy suaves como malvaviscos y qué decir de sus aureolas rosadas que combinaban con su blanca y tersa piel, su figura era simplemente perfecta y sus caderas tenían la figura correcta como para poder concebir muchos hijos.

Mientras tanto Ciel era una jovencita muy tierna, su cabellera negra le llegaba hasta los hombros y sus ojos eran de un color celeste cual cielo de verano, era algo más pequeña que Beatriz y pese a que sus pechos no eran muy grandes combinaban muy bien con su figura más esbelta, por no decir de su piel que era incluso más blanca que el de la princesa.

Las dos chicas estaban frente a mí, mirándome, y no sabía con quién iniciar… Ciel se veía sonrojada y muy nerviosa como si de un cachorrito se tratara y a su lado estaba Beatriz, que, si bien no parecía estar totalmente serena, podía ver en sus ojos mucha determinación, como si esperara que hiciera el primer movimiento ante ella.

Empecé a besar suavemente a la princesa mientras delicadamente acariciaba sus enormes pechos mientras mis dedos se hundían en ellas fácilmente.

Sentía cómo el calor del momento se intensificaba cuando intentaba meter mi lengua dentro de su boca y mi mano bajaba por su cintura hasta casi llegar a su intimidad, pero antes de que pudiera continuar…

-Lo siento… pero no puedo seguir viendo, lo siento, pueden seguir sin mí.

Ciel se había levantado de la cama y colocándose una bata con vergüenza se aproximó a la puerta del cuarto dispuesta a salir.

-Espera, por favor no te vayas, no quería dejarte sola…

Había respondido con nerviosismo, pero ella ya se había retirado de la habitación dejándome solo con la princesa, que se veía algo decepcionada, aunque tratara de disimularlo.

Como había dicho antes, habíamos acordado que nuestra primera noche lo haríamos los tres juntos, un trío en pocas palabras, quizás era demasiado extremo, pensando que era nuestra primera vez hasta este momento… sí, es extraño, a mis 17 años todavía no había tenido relaciones sexuales; si bien durante la guerra contra el gran rey demonio conocí a muchas chicas que se habrían ofrecido encantadas a que tuviéramos relaciones, el profundo estrés hacía que mis deseos carnales se hubieran dormido y sólo se despertaban cuando conseguía algún tiempo libre, pero quería de cualquier manera respetar la castidad de Ciel, que debía llegar impoluta al altar.

Cuando miré a la princesa tenía su mirada bajo las sábanas como si se hubiera avergonzado de algo, sonrojada y con el pecho cubierto, y quizás también le daba vergüenza que nos vieran intentar hacerlo.

-Lo siento princesa, no debí haberlas forzado a hacer esto.

-No tiene de que avergonzarse, ambas habíamos accedido a hacerlo, debes disculpar Ciel.

Beatriz se había puesto su ropa de noche mientras tomaba una de las agarraderas de velas y volteó a verme con una sonrisa tranquilizadora.

-Hablaré con ella, por favor descanse por esta noche… pero si insiste no me importaría entregarme a usted ahora.

«Entregarme a usted ahora» esas palabras me hacían pensar en que, si accedía, sería un egoísta maniático sexual, mientras Ciel estaba en el otro cuarto de la mansión, quizás llorando.

-Está bien, no se preocupes… de todas formas mañana llegarán temprano para llevarme.

Al día siguiente tendría una misión especial del que debía encargarme personalmente. En un principio quería llevarlas a ambas, pero no quería que sus días de paz terminaran tan pronto.

-Por favor digale a Ciel que me disculpe y que al regresar arreglaremos esta situación.

Mirándome con ojos de sorpresa, pero al mismo tiempo de alivio, ella me sonrió cálidamente.

-Es usted todo un héroe incluso fuera del campo de batalla, lo veré en la mañana para despedirlo, que tenga buenas noches.

La mansión era enorme, no recuerdo cuántas habitaciones tenía, pero tanto para la princesa como para Ciel era fácil encontrar otro sitio donde dormir por separado.

– Espero que no se peleen por mi culpa, debería ir a hablar yo con ella…

Tenía miedo de empeorar las cosas, lo mejor era dejar que se calmaran un poco las cosas por estos días que estaría afuera y al regresar tener todo ya resuelto.

– ¿Está seguro de que quiere hacer eso, amo?

Del collar que estaba en la mesa una luz se prendía y de ello surgía un hada; aunque lo normal era que las hadas tuvieran un aspecto femenino este era masculino, con apariencia infantil, pero que en realidad era sumamente viejo en edad.

-Está bien Pyxys, si, no quiero empeorar las cosas además…

*Bosteza*

Me cubría la boca ante cada bostezo.

– Estoy muy cansado de repente y no sé por qué.

– Amo ¿Quiere que me quede cuidando de sus esposas?

-Oh… eso estaría muy bien, contigo aquí puedo comunicarme en cualquier momento y saber la situación… pero por favor mantente oculto, no quiero que ellas se enteren o me matarán.

-Como usted lo ordene, amo.

Mis ojos se cerraban y perdí el conocimiento rápidamente, era un sueño muy repentino.

-Quizás… ¿Me dieron de beber algo raro? ¡jeje, ¡que tonterías son esas…! Buenas noches mis amores, buenas noches Pyxys.

A la mañana siguiente algunos soldados vinieron a por mí para la misión. Debíamos cazar un jefe troll que estaba armando revuelo en algunos pueblos de la región norte del reino de Fragia, porque antes había acabado con su jefe el gran rey demonio. Para mí esta misión era sencilla: al derrotarlo había aprendido una habilidad super útil y quería probarla contra ese troll.

Viajamos durante tres días, en un pueblo montañoso algo recóndito. Al llegar, y en el momento de entrar en las cuevas de la cordillera más empinada, pude enfrentarme y vencer a ese enemigo más fácilmente de lo que hubiera imaginado; a nadie le había contado de esta habilidad porque quería impresionar a los caballeros cuando la perfeccionara.

Al regresar a la aldea, podía ver las estrellas ya iluminando el ocaso. Una de las dos enormes lunas que aparecían en el horizonte se alzó al mismo tiempo que los últimos rayos del sol desaparecían de las nubes lejanas.

-Bien, ahora que he acabado el encargo llamaré a Pyxys a ver cómo están las cosas en casa, ojalá no se hayan matado entre ellas o de lo contrario no sé qué podré hacer.

Descansé en el balcón de una posada frente a la luz de la luna llena que se iluminaba intensamente. Traté de entablar un enlace mágico con Pyxys, mi hada, nuestra conexión mágica es natural.

-Buenas noches, Amo ¿Le ha ido bien en su misión?

-Por supuesto, Pyxys, de lo contrario habrías sentido como nuestro contrato se habría roto, no hagas preguntas obvias.

Lo decía entre risas, a veces bromeaba con Pyxys, él siempre me respondía con alguna frase sarcástica que me hacía reír, era nuestra forma de llevarnos bien.

– Amo… me temo que éste no es un buen momento para las bromas nocturnas.

– ¿Eh? ¿Qué sucede Pyxys? te noto muy serio… ¿Acaso pasó algo malo en casa?

Empecé a preocuparme: cuando él se pone así es porque algo malo sucedió o va a suceder. Pero como no me lo contó de inmediato al momento de contactarlo ni de intentar llamarme eso quiere decir que no podría ser algo tan terrible.

-Podría decirse que sí, pero es algo que sólo usted podría decidir.

– ¿Tiene que ver con la princesa Beatriz y Ciel?

-Algo por el estilo.

Me puse nervioso de repente, podría ser algo pequeño, pero tras lo que pasó hace algunas noches no podía dejarlo pasar por alto.

-Cuéntame exactamente lo que pasó, no me ocultes nada ¿Entendido?

-Si usted desea toda la verdad no soy quién para negársela, pero debe estar preparado Amo.

Lo que sea que me cuente Pyxys debía afrontarlo con valor, ¿quizás una estaba conspirando contra la otra para matarla? ¿Habrán hecho pactos con algún demonio? ¿Habrán metido amantes en la casa? ¿Infidelidad? Nah, no creo que ellas…

-Estoy más que listo.

De pronto mi visión empezó a distorsionarse, como si todo el mundo estuviera cambiando de forma, pero no era mi entorno, mi vista se había enlazado con los ojos de Pyxys. Esta habilidad me es muy útil, y la había usado en varias misiones, pero no sabía por qué me lo estaba mostrando justo en ese momento, sea lo que sea él quiere que lo vea con mis propios ojos.

Estaba en un lugar muy oscuro, no podía distinguir nada, pero podía sentir el polvo en mi nariz, ya que el enlace mágico con Pyxys me permitía sentir los alrededores. De repente vi una luz cálida saliendo del suelo en una especie de abertura. Me acerqué y pude notar que era una de las habitaciones de la mansión, estaba encima de ella, en el techo, y vi varias luces de velas alrededor de la cama. En medio, dos figuras que se movían muy misteriosamente. Cuando me di cuenta, vi algo de lo cual tanto mi mente como corazón no estaba preparados.

– ¿Te sentías celosa porque él me estaba besando… y acariciando mis pechos?

Lo decía mientras estaba besando con intensidad los labios de la pelinegra de forma desesperada como si de un depredador y su presa se tratara.

-Ahh… ya te dije… que no quería hacerlo…. Pero tu insististe…

Los labios cambiaron de posición para ahora atacar el cuello el cual chupaba de forma muy morbosa mientras le bajaba el vestido de noche, dejando mostrar sus pequeños pechos, pálidos, con los pezones erectos para proceder a acariciarlos posesivamente.

– ¡Kya!

-Ya te lo dije, si lo hacíamos así él nunca podría sospechar de nosotras.

Su boca bajó más hasta esos pequeños pezones que empezaba a lamer y morder con malicia.

-AAAHHH… no es justo… pensé que podría soportarlo, ¡pero es imposible! ¡No soporto verte con él haciéndolo frente a mí, preferiría que lo hubiéramos hecho en habitaciones separadas!

De pronto sus mordidas se detuvieron para alzar la mirada, iluminada por sus ojos azules. La rubia postró su rostro frente al de la pelinegra, quien yacía excitada ante los estímulos con un brazo cubriendo su rostro, sus ojos lacrimosos y sus mejillas enrojecidas.

– ¿Sabes qué es lo que más me dolería? Que él te lo hiciera en alguna de estas habitaciones sin que yo lo supiera… hacerlo entre los tres al menos me permitiría ver como pierdes tu virginidad, te estaría dando permiso para hacerlo, no me tomes como una simple exhibicionista.

– ¿Qu-qué estás haciendo Betty?… Kyaaa…

Ella tomó sus piernas, alzándolas por encima de su hombro permitiéndole ver la virgen intimidad de la santa quien yacía impoluta e intacta de cualquier contaminación masculina, pero sumamente humedecida por todo el estímulo que había recibido su cuerpo.

-Desde el primer momento en que te vi me enamoré, solo eras una campesina que había sido bendecida por el poder de los dioses como tantos, pero aun así los superaste a todos, eres todo lo que yo no puedo ser y si casarme con tu mismo esposo me permite estar cerca de ti entonces yo…

Sin pedir permiso la princesa introducía su lengua sedienta en los sitios más profundos y privados de la santa quien no podía hacer más que sujetarse de las sábanas con fuerza mientras sus ojos se cerraban ante el electrizante placer que la inundaba.

-No, no, no, detente, ese es mi punto sensible… si sigues así yo…

Esa lengua imbuida por su maná era capaz de provocar que los sentidos de la santa se incrementaran al máximo, hasta el punto de que su mente se derretía ante el placer… Ella no podía pensar bien y de un impulso abrió los ojos para darse cuenta de que el mundo se volvía blanco y negro, a veces en grises y luego nuevamente a color.

-¡¡¡Me corro!!!

El rostro de la princesa había sido bañado en algo parecido al agua bendita, cálido y con un sabor agridulce.

-Dulce, sabe muy dulce su santidad.

La pelinegra yacía en medio de la cama con sus ojos llenos de lágrimas de excitación mientras jadeaba intensamente y sus mejillas continuaban totalmente rojas.

Desde el techo de esa habitación el hada Pyxys había sido testigo de todo lo sucedido y su enlace mágico se detuvo en el momento que los gritos de placer de la santa habían rebotado en todo el lugar.

A cientos de kilómetros, al noreste del reino, en el balcón de la posada y bañado en la luz de la luna estaba el héroe sentado, apoyado en la pared y con su brazo sosteniendo de frente a una de sus rodillas levantadas, ocultando su irreconocible rostro.

-Esto… no puede estar pasando…

-Continuará…