(Web Novel) Un Mundo Carmesí: Capítulo 7, Su santidad

Me habían citado de la iglesia para asistir a una reunión importante donde estaría presente el Papa, como me declararon Santa es mi obligación asistir a varios eventos, normalmente las mujeres en la iglesia tienen muy poco poder, pero la Santa es una excepción la cual tiene un puesto muy alto pero separado al de la jerarquía normal donde solo hay hombres, podría decirse que mi puesto se equipara casi a la del Papa.

El sol estaba en lo más alto del cielo, era medio día, estaba fuera de la santa cede que queda muy cerca del palacio real, acababa de bajarme de la carroza, Beatriz no pudo acompañarme ya que dijo que tenía un asunto sumamente importante que atender, no sé qué será, quizás algo al respecto del regreso de su hermano mayor que me había dicho anoche, Alexis debería llegar en un par de días por lo que aún teníamos tiempo para hablar a solas y planificar que hacer.

-Ciel por fin llegaste.

Una hermosa mujer de cabello largo y color castaño claro con ojos oscuros que lo tenía recogido en una coleta que daba a su cuello, vestía su traje de religiosa, era mi superiora y amiga la cual me había asignado la iglesia al momento de llegar a la capital hace 3 años para hacerme una guía, poco a poco nos conocimos más y se convirtió en mi primera amiga en la capital.

-Buen día Esme ¿Llegué tarde?

-No, estas a tiempo, los viejos apenas están llegando así que vine a esperarte aquí afuera.

-No tenías que tomarte tantas molestias Esme.

– ¿Bromeas? Me siento incomoda con tanto viejo dentro, preferiría estar con las demás chicas del convento, pero solo nos enviaron a nosotras dos hoy.

– ¿Nosotras dos? ¿Hay alguien más?

-Si, la abadesa Amelie vino también, se encuentra dentro.

-Oh… entiendo.

La Abadesa Amelie es la líder del convento de donde viene Esme, es una mujer mayor que se encarga de mantener las tradiciones de las mujeres en la orden religiosa y también de las pocas mujeres que puede decirse que más le tengo miedo, si ella descubriera que ando en una relación secreta con Beatriz seria mi fin.

-Por cierto ¿Cómo se siente la vida de casada?

-Bueno, podría decirse que es una experiencia nueva para nosotras, pero en términos generales es muy pacífica.

-Oh vaya, que envidia, el héroe Alexis tiene mucha suerte de casarse con chicas tan lindas como ustedes.

– ¿Envidia?

-Eh digo… envidia en el sentido de que tiene una vida feliz con las personas que más quiere en este mundo.

– ¿Algo pasó en el convento?

-No, es solo que… desde que derrotaron al Rey Demonio y las cosas volvieron a la paz y tranquilidad, las monjas como nosotras ya no tienen otra cosa que hacer que estar en una rutina perpetua, no quiero sonar mal, pero durante la gran guerra demoniaca podíamos salir y ayudar a la gente, hacer algo por los demás, pero ahora solo estamos encerradas nuevamente y rara vez salimos.

-Bueno esa es la vida de una monja supongo.

-Lo sé, pero desde que tuvimos la oportunidad de salir nos vimos cuenta que hay otras cosas que podemos hacer fuera que solo estar dentro.

-Esme…

Según me enteré Esme pertenecía a una familia noble, pero hubo algunos problemas personales que obligaron a sus padres a mandarla al monasterio, no le gusta hablar al respecto por lo cual siempre fue un enigma para mí, bueno no tengo derecho a meterme en su vida privada ya que yo misma tengo secretos escondidos.

-Bien, ya estamos aquí, hora de comportarse, su santidad pase primero.

-Gracias Esme.

Mi amiga me había abierto la puerta, era el gran salón de la santa sede, un sitio espectacular con una arquitectura que solo podría competirle en igualdades el del palacio real, no había dudas de que los dos más grandes poderes del reino de Fragia era la monarquía y la iglesia.

En medio del salón había una enorme mesa circular donde estaban sentados todos los cardenales, arzobispos y Obispos, cada uno de ellos venidos de una familia noble y por ende con el poder de la magia elemental, la mayoría eran viejos a excepción de unos muy pocos, era algo intimidante.

-Su santidad Ciel le estábamos esperando, Esme te pedí que la trajeras espero que no te hayas puesto a conversar como lora en el camino.

-Eh no… que dice abadesa usted sabe que no haría eso.

-Tengo mis dudas al respecto.

– Buen día abadesa Amelie, disculpen la demora fue culpa mía.

-No, no, su santidad, usted llegó en el momento adecuado.

Era la gran abadesa, líder del monasterio de donde viene Esme, era una señora ya mayor, tenia varias arrugas en su rostro y su mirada imponía respeto, si no fuera porque los puestos de poder de la iglesia eran exclusivamente masculinos ella de seguro sería una arzobispa.

– ¿El papa no ha llegado?

-No su santidad, es la última persona en llegar en estas reuniones.

– ¡Sus eminencias y excelencias con ustedes a su santidad el papa Magno Louise XII!

En el centro de la iglesia escoltado con varios soldados pontífices con imponentes armaduras se encontraba un señor ya bastante mayor con una absurdamente adornada sotana blanca, sus detalles dorados lo hacían parecer alguien incluso más importante que el mismo Rey de hecho durante la gran guerra demoniaca él fue el principal contrapeso político de Beatriz mientras era Lady Regente.

-Veo que ha llegado su santidad, un gusto tenerla con nosotros.

-El gusto es mío su santidad.

Hacia una reverencia, ambos éramos catalogados como santos por la iglesia, solo que él tenía “Sacra Autoridad” por lo que podía dictar las reglas de la iglesia si lo deseaba, claro que en teoría los obispos eran su contrapeso, pero en la práctica casi nadie contradecía sus dictamines.

La reunión transcurrió durante horas, se discutía de temas como la reconstrucción de las iglesias destruidas en la gran guerra demoniaca en todo el reino de Fragia, la admisión de nuevos miembros del clero venidos de familias nobles, los “Neófitos” y otras cuestiones bastante aburridas a mi parecer, casi no tocaban el tema de la ayuda a los pobres, a los hambrientos, a los necesitados, la iglesia tenía fama de ser una institución bastante egoísta en ese sentido.

– ¿Y cómo van las investigaciones de la inquisición?

-Antes de ayer nos informaron que detuvieron a una pareja de nobles jóvenes que practicaban la sodomía, eran amantes, dos hombres,

En el salón se escuchaba mucho murmuro de lo que habían escuchado.

– ¿Ya decidieron que acciones proceder?

-Si, las opciones están en ser encarcelados, mutilados o castrados.

-Hmmm… un castigo adecuado ante tal pecado nefando.

-Si, esperamos nomás su aprobación para seguir adelante desde que los acusados son nobles.

– “No puedo creerlo ¿en verdad piensan torturarlos y luego castrarlos por el amor que se sentían? Estos sujetos están llevando sus castigos al extremo”

– ¡Protesto!

Sin darme cuenta había expresado mi opinión frente a todos, mi protesta había hecho eco en las enormes paredes del salón de la santa sede y tras eso todo había quedado en silencio.

– ¿Su santidad?

Había respondido un desconocido.

-Su santidad ¿Qué cree que está haciendo?

Respondió la abadesa Amelie.

-Ciel…

Esme me veía con ojos sorprendidos.

Todos esperaban que diera una explicación a lo que había dicho.

– ¿Tiene algo en contra de lo que hemos acordado?

No podía quedarme callada por lo que había dicho, estaba en una situación peligrosa, había actuado sin cuidado y un paso en falso podría quedar descubierta, me armé de valor luego de unos segundos que parecían durar horas.

-Su santidad con todo respeto y si no me equivoco los nobles de los que hablan sirvieron para liderar a los ejércitos provinciales a defender las fronteras sureñas ¿Verdad?

-Si, está en lo correcto ¿Por qué lo dice?

-Honestamente pienso que encerrarlos, torturarlos y castrarlos sería un acto demasiado desmedido que de darse a conocer podrían causar disturbios en esa región e incluso una revuelta y con nuestras fuerzas mermadas luego del final de la gran guerra demoniaca pienso que es lo último en lo que querríamos vernos envuelto.

Todo el salón entonces empezó a llenarse de murmullos de los cardenales, obispos y arzobispo dándose cuenta de las consecuencias que podrían dar sus acciones desmedida, ya me veían con más seriedad, estaba yendo al lugar donde quería, debía contratacar en ese momento.

– ¿Y entonces que propone su santidad? No podemos dejar su sodomía quede impune o el mundo perdería su rumbo, si unos nobles lo hacen ¿Qué evitaría que los plebeyos lo hagan?

Todo el salón de nuevo se llenaba de murmullos, debía actuar rápido o perdería mi oportunidad.

-Propongo que de ser así se confisque la mitad de sus bienes y se separe a ambos nobles… exiliar a uno de ellos al otro extremo del reino para que no se vuelvan a ver y evitar problemas parecidos en el futuro aparte de que con los bienes que les confisquemos podremos construir nuevas iglesias en territorios que carecen de ella, un ganar o ganar.

Todo el salón quedo en silencio por unos instantes, pero luego una voz de un obispo empezaba a hablar sobre la posibilidad que era factible y así todos hicieron lo mismo.

-Su santidad tiene un punto, no podía esperar menos de usted, de acuerdo entonces por decreto ordeno que se confisque la mitad de los bienes de los culpables y se exilie a uno de ellos.

-Si su santidad.

Había tenido éxito en salir de este problema, pero ese sería el menor de mis preocupaciones ese día.

-Y entonces su santidad… ¿Ya está esperando a un hijo?

Las palabras del Papa llegaron como un cuchillo afilado a mis oídos, era casi el final de la reunión, pero el sacó ese tema, justo en ese momento, era irritante.

-No, aún no estamos esperando un hijo es muy pronto.

-Ya han pasado varios meses desde que el héroe Alexis se casó con usted y con la princesa Beatriz, esperamos con muchas ansias noticias de su futura bendición ¿Acaso hay problemas conyugales?

-Nuestra relación es estable y muy fructífera, gracias por su preocupación.

-Pero es extraño que no esté esperando a su hijo aún, según las leyendas el héroe tiene una fertilidad altísima porque del desciende la familia real Bertrand.

-Nuestras actividades conyugales son un tema de índole personal su santidad, pero entiendo su preocupación.

Todos en la sala murmuraban sobre aquello, si Beatriz tenia la presión de su familia en concebir al próximo heredero a la corona, como me lo había contado anoche, entonces yo tenia la misma presión por parte de los miembros de la iglesia.

-Santa Ciel sus futuras bendiciones jugarán un papel importante en el futuro de la iglesia tendrán un puesto asegurado en nuestra orden religiosa, tendrán el mismo estatus que un “Neofito” e incluso puede que uno de ellos se convierta en el siguiente papa.

-Estoy muy honrada por sus palabras, son importantes para mí.

-Entonces ¿Podremos contar con su primer hijo este año?

-No puedo asegurarle aún.

– ¿Y el próximo año?

-… puede que sí.

-Entonces no hay de que preocuparse jaja.

El papa se levantaba de su asiento alzando los brazos sonriéndole a todo el mundo.

-Sus excelencias y eminencias por favor recen porque nuestra santidad pueda pronto ser bendecida por los dioses y esperar a una nueva vida que nos guie en esta brillante nueva era.

Los reunidos aplaudían, ellos realmente me estaban presionando para que le diera hijos a la iglesia, no sé cómo sentirme al respecto, pero así siempre ha sido toda mi vida, con expectativas altas más allá de mi gusto y comprensión.

-Ciel, te deseo bendiciones, aunque se que no los necesitas, para que esperes pronto a tus futuros infantes.

-Muchas gracias, Abadesa Amelie, también le deseo lo mejor para usted.

La abadesa sostenía mis manos con delicadeza mientras mantenía una sonrisa y sus ojos cerrados.

-Permítame que la acompañe a su residencia, es muy tarde y no me confió totalmente de los guardias reales.

-No tiene porque, estaré bien.

-Insisto su santidad.

Entonces los apretó más para luego abrir sus ojos de una forma algo siniestra.

-Ahora todo el mundo espera que nos dé a su futura bendición, nuestro deber es asegurarnos el bienestar de la iglesia y sus seguidores.

-… está bien, pero solo con una condición.

– ¿Cuál es?

-Que sea Esme.

La abadesa volvió a sonreír, pero ahora era más fingida que otra cosa.

-Esme acompáñale a su hogar.

-Si.

Era ya de tarde, el sol ya se estaba ocultando, las nubes en el cielo brillaban de rojo y anaranjado, estábamos en una carreta Esme y yo, si tenía alguien que acompañarme a mi hogar lo mejor era Esme a quien le tengo gran confianza.

-Eso que hiciste allí dentro estuvo genial Ciel.

– ¿Qué cosa?

-Lo que hiciste por esos nobles.

-Oh eso, solo tuve misericordia como lo dicta nuestra fe.

-Lo sé, pero esos viejos no dudaron en pensar en torturarlos, pero tú los defendiste.

-Solo pensaba en sacarle el mayor provecho a las circunstancias, los bienes que les confiscaremos nos servirán de mucho provecho como había dicho.

-No, yo te conozco desde que llegaste a la iglesia.

Esme se me había acercado muchísimo, tanto que podía sentir su respiración, mis mejillas se habían puesto algo rojas ante la pose tan extraña que estábamos.

-Tu sueles actuar bastante dócil, casi no impones tu criterio al de los demás, pero hoy lo hiciste por unos desconocidos, acaso tu…

– ¿Y-yo qué?

Diablos, no quería que ella se enterara de lo mío con Beatriz, Esme era bastante perspicaz al momento de darse cuenta de las cosas, era por eso que mis interacciones con Beatriz las trataba de tener en momentos y lugares donde Esme no se encontrara porque de lo contrario podría descubrirme.

-…no, olvídalo, estoy exagerando, discúlpame Ciel.

Esme volvió a su asiento y yo estaba aliviada de que ella misma hubiera cambiado de tema.

– ¿Cuándo vuelve tu esposo?

-En dos días aproximadamente, puede que en uno ¿Por qué?

-Bueno es que me gustaría su autógrafo, podría presumírselo a las demás chicas del monasterio.

-Jaja, si tanto deseas uno puedo pedirle que te firme uno cuando regrese.

-Gracias, eres una buena amiga… oye Ciel… ¿Están organizando una parrillada en tu casa?

-No ¿Por qué lo preguntas?

-Es que veo una gran columna de humo venir de allí.

– ¿QUÉ?

Me asomé a la ventana de la carreta para ver a la distancia como una gran columna de humo se elevaba de nuestra casa, pero eso era imposible, las únicas personas que están allí eran Beatriz y Matilda… pero entonces una gran explosión se pudo ver a lo lejos, sea lo que se ase estaba poniendo peor.

– ¡DEBEMOS DARNOS PRISA!

– ¿Cómo? Ciel ¿Qué está pasando?

-No importa eso ahora, dile al chofer que se apure.

– ¿Es algo de vida o muerte?

– ¡SI!

-Lo que usted diga su santidad.

Esme se había salido por la ventana del carruaje para luego ponerse en el asiento del chofer y apartarlo haciendo que se callera.

-Oye ¿Qué crees que haces?

-Lo siento guardias, pero tenemos prisa, no podemos seguir marchando a su paso lento, la santa Ciel lo ordena.

Esme agitó con todas sus fuerzas las riendas del caballo para que luego los animales relincharan y saliéramos a toda velocidad en lo que yo asomé mi cabeza a la ventana para ver a los guardias.

– ¡Estaremos bien chicos, por favor no se preocupen!

Estábamos ya a las afueras de la mansión en el cual se encontraba Matilda custodiando la entrada, varias explosiones detrás de la mansión se podían ver y sentir incluso en el piso.

– ¡Matilda! ¿Qué está pasando?

-Su santidad, Beatriz está…

Por primera vez veía el rostro impoluto de Matilda preocupado, sea lo que sea que este pasando era demasiado grabe como para verla así pero luego cuando se acercó Esme a mi lado el rostro de la criada volvió a cambiar tratando de mantener la compostura, pero le era imposible mantener esa fachada.

-Entiendo, iré a revisar.

-Muchas gracias.

Sali corriendo a toda prisa a través de la mansión esperando que sea lo que se que este pasando adentro no pasara a peor, Beatriz estaba en peligro, debía salvarla de quien sea el maldito que se atreviera a hacerle daño, nunca en toda la vida le perdonaré.

-Oye Ciel espérame

– ¡Alto!

La sirvienta Matilda se había interpuesto en el camino de Esme quien quería acompañar a su querida amiga.

– ¡Oye! ¡Déjame pasar! Sea lo que sea que este pasando allí dentro no puedo dejar a Ciel sola.

-No puedes, este es un asunto personal que solo les concierne a los amos de esta mansión.

-Eres la criada de la princesa Beatriz eso quiere decir que sea lo que sea que este pasando dentro tiene que ver con tu ama ¿Verdad?

-Eso no es de su incumbencia.

-Déjame pasar o tendré que apartarte a la fuerza.

-Oblígueme si cree poder hacerlo.

De la manga de la monja sacaba una varita mientras que del costado de la sirvienta había un arco, ambas se empezaron a apuntar con sus respectivas armas mágicas.

– ¿Entonces también usas magia?

-Y usted también pese a ser religiosa ¿Es de sangre noble?

– ¿Quieres saberlo?

-Solo quiero que se retire.

Las dos muchachas estaba a punto de iniciar un combate inútil pero antes de que eso ocurriera una enorme ráfaga de viento que venía del patio de la mansión se sintió por toda el área, la fuerza de choque fue tan potente que incluso las ventanas exteriores de la mansión se habían destrozado, la criada y la religiosa solo podían cubrirse ante semejante despliegue de poder desconocido.

– ¡Ama Beatriz!

-Es mi oportunidad.

En un descuido la religiosa corrió con todas sus fuerzas dentro de la mansión el cual estaba cubierta por una gruesa nube de polvo que no dejaba ver nada.

– ¡Maldición, Se me escapó!

La criada persiguiendo a la religiosa se adentró a la mansión el cual parecía que estaba a punto de desmoronarse y sea el resultado del combate en sus interiores no solo involucrarían a los propietarios y el destino de una relación cambiaria para siempre…

-Continuará-