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(Web Novel) Un Mundo Carmesí / Capítulo 23: El drama de la princesa

Han pasado un mes desde el incidente con el héroe Alexis, la princesa Beatriz le contó la verdad a su familia de su romance con santa Ciel y desde entonces han pasado varias cosas.

En su habitación la princesa Beatriz se encontraba recostada en la cama mirando hacia arriba, su vientre estaba descubierto mostrando una gran cicatriz y un artilugio que tenía incrustadas varias piedras brillantes. El artefacto era controlado por un sujeto mayor con ropaje blanco y unos lentes.

-Muchas gracias princesa Beatriz, eso sería todo.

-Gracias doctor.

El doctor recogía sus artefactos con ayuda de una chica a su lado.

-Entonces volveré la próxima semana, cuídese mucho y recuerde no hacer mucha actividad física.

-Está bien, muchas gracias.

Al salir de la habitación el doctor se encontró con un joven.

-Doctor ¿Como sigue mi hermana?

-Ah príncipe Bennett.

-No hay cambios, lo lamento su alteza.

-Ya veo, entiendo.

-El corte que recibió la princesa fue uno muy profundo y aunque sus heridas fueron sanadas me temo que ella ya no es capaz de tener hijos.

-Escuche doctor, creo que no debo recordarle que esto tiene que permanecer en el más absoluto secreto.

-Lo sé su alteza, tiene mi palabra de que nada saldrá de mi boca.

-No solo me preocupo tanto por usted doctor, pero también por…

Unos guardias tenían rodeada a la jovencita que estaba al lado del doctor

-Su alteza mi hija no dirá nada, ella es mi aprendiz, por favor le suplico comprensión.

-Está bien, le voy a creer, espero que no me decepcione.

En el cuarto de Beatriz se encontraba Matilda vistiendo a su ama, la princesa estuvo callada gran parte del tiempo mirándose en el espejo mientras veía la cicatriz que tenía en su vientre.

-Princesa al otro lado su hermano estaba.

-Ya lo sé, no hace falta que me lo digas.

-Lo siento.

En el palacio real estaba el rey Bartholomeo Bertrand sentado en su trono mientras a su lado se encontraban sus dos hijos, Bennett y Beatriz, en frente de ellos el consejero del rey.

-Su alteza ya están los preparativos iniciales para el gran anuncio.

-Muy bien Ezekiel, espero que no hayas enviado las invitaciones antes.

-No su alteza, pero ya las tenemos listas para enviarlas justo después del gran anuncio.

-Muy bien ¿Y han logrado contactar con santa Ciel?

-Si su alteza, ella actualmente se encuentra en la abadía Virgínea, pero…

– ¿Pero?

– No sé si pueda contarlo aquí en frente de sus hijos.

– Hazlo, no quiero más secretos inútiles.

El rostro de Beatriz estaba inexpresivo mientras el príncipe Bennett sostenía su barbilla mientras veía al consejero del rey y a su hermana.

-Se nos ha informado que santa Ciel ha excomulgado al conde Lambert.

– ¿Como? ¿Excomulgado? ¿Acaso cometió un acto de herejía?

-Según el anuncio oficial que llegó a la santa sede se nos dice que fue descubierto abusando… sexualmente de varias de las hermanas.

– ¡¿Que dijiste?!

El rey Bartholomeo estaba con la cara roja, se notaba su rabia en su rostro y a su lado la princesa esbozó una leve sonrisa casi imperceptible, pero al otro lado Bennett se dio cuenta de lo que hizo su hermana.

– Pero ¿Qué diablos está haciendo ese inútil de Luise? ¿No puede controlar a esa perr-

– ¡Padre! 

-Oh, lo siento Bennett, ejem, y bien Ezekiel ¿Ya enviaron la carta a santa Ciel?

-Si su alteza.

– ¿Crees que acepte?

– Por supuesto que lo hará, nos hemos asegurado de darle los motivos suficientes para su asistencia.

Ezekiel sonreía de una forma bastante sospechosa.

Habían pasado ya varias semanas desde el incidente con el conde Lambert, Ciel se había convertido en la abadesa temporal de la abadía Virgínea mientras buscaban una nueva para el cargo.

En el gran comedor estaban todas las hermanas reunidas mientras en la gran mesa estaba Ciel, en frente de ellas había varias otras hermanas con varias charolas de cocina, al parecer querían darle de probar algunos platillos.

– Muy bien, por favor las siguientes, hermana Luisa y hermana Carolina.

Exclamaba Esmeralda.

-S-sí, su santidad, tenga, espero sea de su agrado.

De la charola se podían ver unas pequeñas masas de algo preparado a base de harina como el pan, pero rodeados de papeles blancos y de un color entre crema y dorado.

Ciel probó una de aquellas masas misteriosas con una de sus manos, tras degustarlo por unos segundos dio una leve sonrisa.

-Esta muy bueno, me gusta ¿Como se llama?

La hermana luisa y Carolina sonreían de felicidad ante la respuesta positiva de santa Ciel.

-Se llaman Magdalenas, la hermana Carolina me habló para prepararla en conjunto al ser una receta de la misma región de la que venimos.

Respondió la hermana Luisa.

-Muy bien.

Santa Ciel respondió para luego paparse de su asiento mirando a Esmeralda con una sonrisa serena, la hermana de gran estatura se dirigió a las demás chicas de la abadía reunidas en el gran comedor.

– ¡Chicas y señoritas! Ya tenemos el platillo elegido para preparar y poner a la venta en los pueblos aledaños, felicidades a la hermana Luisa y Carolina.

Las chicas entonces saltaron de felicidad chocando sus dos manos, Carolina volteó a ver a la hermana Esther quien se encontraba junto a las demás hermanas protectoras, esta le respondió con una tierna sonrisa.

– ¡Hermanas! Si queremos de verdad ser auto suficientes debemos de hacer algo más que solo alimentarnos a nosotras mismas sino también ganarnos con nuestro propio trabajo nuestro propio dinero y para ello hace falta salir al mundo y darles a conocer nuestras propias recetas.

Las hermanas estaban escuchando atentamente a Esmeralda.

– Salir al mundo exterior no debe ser un tabú, así como los granjeros viajan a los pueblos para vender sus vegetales así mismo nosotras saldremos a vender nuestros productos que ellos degustarán y con las ganancias podremos ser independientes y verdaderamente libres.

Esmeraldas extendió su mano hacia las chicas que le habían traído las magdalenas.

-Hermanas Luisa y Carolina ustedes estarán a cargo de liderar la preparación de las magdalenas.

– ¡Si! 

Las chicas respondieron con orgullo.

– Su santidad ¿Les quiere decir algunas palabras?

Sonreía Esmeraldas.

-Si, hermana Luisa y Carolina, buen trabajo, muchas gracias.

El salón se llenó de muchos aplausos hasta que las puertas de repente se abrieron con un soldado, pero no traía ni espada o alguna otra arma encima de él.

– ¡Su santidad!

Esmeraldas se había puesto delante de Ciel.

 – ¿Quién eres? ¿Por qué interrumpes nuestra reunión?

-Lo siento mucho, soy mensajero del conde Louise Lambert y me mandaron urgentemente para traerle un mensaje.

– ¿Un mensaje? 

Respondía Esmeraldas.

– El conde Luise Lambert necesita hablar con usted urgentemente.

La mirada de Ciel se había puesto seria de repente y todas las chicas en el salón estaban hablando al respecto.

En el despacho de la abadesa se encontraban Ciel, Esmeraldas y el conde Luise quien estaba inclinado.

-Lo siento su santidad, no quería interrumpirla con mi visita sin aviso previo.

– ¿Qué es lo que ocasionó que decidieras venir? Espero que sea algo importante, santa Ciel estaba muy ocupada.

Entonces el ahora conde se paró para sacar de su chaleco una carta.

– ¿Una carta?

Viene del palacio real, no la he abierto, pero la recibimos con la orden expresa de entregársela a usted directamente.

-Tráemela Esmeraldas.

-Si.

Cuando Esmeraldas le dio la carta a Ciel esta reaccionó con una mirada de seriedad hasta llegar a la última parte de la carta para dar una expresión de enojo y arrugar la carta.

-Es suficiente, gracias conde Lambert ya puede retirarse.

– Disculpe la pregunta su santidad ¿Puedo preguntarle que traía en la carta? 

Ciel vio por unos segundos al joven conde que ella misma había designado.

-Me «invitan» a una reunión formal.

– ¿Y no puedes negarte Ciel?

Respondió Esmeralda.

-No puedo negarme.

– ¿Por qué?

-Mi hermana menor estará allí.

– ¿Qué? 

Santa Ciel dio la espalda al conde y a Esmeralda, veía en la gran ventana del despacho la inmensa vista del valle que estaba debajo de la abadía.

– Esos malditos, lo hicieron a propósito para asegurarse que asistas allí… si no asistes te dejarán con la preocupación de que podrían hacer con ella.

– Asistiré.

Respondió Ciel con resignación.

– Disculpe su santidad.

Ciel se volteó para ver al joven conde, la presión que sintió el joven Lambert era tanta que solo quiso arrodillarse, pero se mantuvo en pie.

– La familia Lambert le proporcionará custodia para asegurarse de que no le pase nada y yo misma la acompañaré.

– ¿He?

-¿?

El silencio de la sala de pronto se sintió fuera de lugar, Esmeralda y Ciel se miraron para de repente:

-Jajaja

Esmeralda se reía de repente y Ciel levantaba las dejas dejándolas de tener fruncidas.

– Disculpen ¿Dije algo raro?

– Jajaja no es eso, es solo que… digamos que la última persona que necesitaría protección es Ciel.

– ¡Oh! ¡Mil disculpas santa Ciel!

El conde se arrodilló.

-Levántese joven Lambert.

Respondió Ciel en lo que el conde accedió, la santa se aproximó al joven.

– Agradezco tu preocupación y acepto humildemente tu petición.

Ciel salió del despacho.

-Muchas gracias su santidad, prometo no decepcionarla.

Esmeralda pasó al lado del joven.

– Puede que no lo parezca, pero Ciel en verdad aprecia todo el apoyo que pueda reunir, no solo de miembros de la iglesia sino también de la nobleza.

Tras darle una palmada en el hombro Esmeralda se fue a seguir a Ciel.

Era de día en el enorme jardín de la familia Bertrand, Beatriz se encontraba en la cúpula de mármol junto a otras nobles mientras tomaban té.

– Y entonces le dije a mi esposo que no podía tener sexo con su otra esposa en la misma cama en la que lo hacíamos, me hace sentir incomoda aquello.

-Ay por favor ¿Acaso no es un desperdicio no hacerlo en la cama más grande?

-No, que asco, si él quiere hacerlo que se vaya al cuarto de la otra, pero en la mía no lo va a hacer.

– Pero solo así serias capaz ya de tener hijos si tu esposo se excita lo suficiente y a los hombres lo que más les prende es hacerlo con varias a la vez en el mismo lugar.

– ¡Qué no! No sé por qué me junto contigo pervertida, si no fuera porque la poligamia es legal jamás habría aceptado esta relación.

– ¿No te daría vergüenza que tu esposo embarace a la otra antes que a ti? habrías perdido como mujer.

– Me da igual, solo quiero un hijo no ganar la carrera.

– Ya veo, en fin, que al menos yo ya lo estoy esperando.

Se acariciaba su vientre el cual apenas algo abultado.

 – Ya lo sé, no tienes que presumirlo ¿Tú qué opinas Beatriz? ¿Beatriz?

– ¿He? ¿Como?

La princesa reaccionaba algo desorientada.

– Vamos Beatriz, hace mucho que no nos vemos y reaccionas como si fuéramos desconocidas, que mala eres.

– Lo siento, es que he estado algo ocupada.

Las demás nobles seguían hablando de sus vidas sexuales junto a sus esposos y sus procesos para tener hijos, pero en lo único que Beatriz pensaba era como hace un mes en ese mismo lugar donde estaba hablando con sus «amigas» había hecho el amor con Ciel bajo la luz de la luna.

– ¿Como te va Beatriz? No nos has contado como te va junto a Alexis ¿Te has acostumbrado ya? hace medio año que se han casado.

– Si, cuéntanos, de seguro el héroe debe ser mucho mejor que el mío en la cama.

En la mente de Beatriz solo podía pensar en cómo el amiguito de Alexis se había quedado casi muerto por todas las drogas que le había dado.

– Jajaja.

– ¿De qué te ríes Beatriz?

-Si, cuéntanos.

-No es nada, digamos que… mi esposo no es tan «poderoso» en la cama como muchos se imaginan.

– ¿Heee?

– ¿Como así?

Las «amigas» seguían conversando.

El día había acabado, Beatriz estaba en su recamara mientras Matilda la seguía peinando.

-Y entonces esas chicas empezaba hablando de cómo sus esposos las rellenaban como pavo en día de solsticio de invierno ¿Puedes creerlo? Ya me gustaría poder hablar así.

-Se nota que sus amigas le tienen bastante confianza para hablar así.

-Si, pero no me gusta ser la única que no puede hablar de más.

– Pero puede hablarlo conmigo.

– Pero no es lo mismo, ya me has visto en la cama más veces de las que deberías cuando lo hacía con Ciel y siempre la asustabas.

– Es que ella si tiene pudor a diferencia de usted.

– Jaja ¿Tú crees? aunque la verdad es que me siento frustrada….

– ¿Desde que Ciel le terminó?

La princesa se había quedado callada de repente.

– ¿No desea hablar de eso?

– No…

– ¿Segura?

– ¿Y que si lo hiciera? Tu no podrías entenderme.

-Señorita llevo sirviéndole desde que era una niña, la he visto en sus momentos más vergonzosos, dudo que haya algo que no pueda entender.

– ¿Tú crees? hmmm… bueno… la verdad es que…

– ¿Sí?

-Ciel me dijo que debíamos tomarnos un tiempo.

– ¿Un tiempo?

– ¡Si! ¡Un tiempo! ¿Puedes creerlo? sí significa que quería cortarme, pero diciéndolo con palabras bonitas, claro ella antes me dijo que debíamos terminar, pero luego dijo que sería algo temporal y luego esa tontería de darnos un tiempo…

-Lamento oír eso.

– ¿Puedes creerlo? Después de todo lo que hice por ella… después de tanto que he sacrificado para que estuviéramos juntas, hasta casarme con Alexis.

La princesa se volteó para verla a Matilda.

– ¿Sabes el asco que me produce la idea de tener que hacerlo con un hombre? Es como si Alexis tuviera que fingir que le gustan los hombres y todas las noches tener que manosearlo, acariciarlo y sentir sus partes tan vergonzosas.

La princesa veía al piso.

-Me sentía asqueada, pero lo soportaba, hacia lo que podía, tuve que darle esas drogas a Alexis para que no tuviera ganas de hacérmelo y yo controlar cuando y donde hacerlo, después de tomarme unos buenos tragos y prepararme mentalmente para hacerlo, pero justo esa noche Ciel se acobardó…

Matilda solo podía escucharla.

– Durante mi pelea contra Alexis desperté mi tercera magia elemental, pero ni así pude contra él, ni siquiera utilizando el arma legendaria de mi familia, me sentí tan humillada, tan inútil.

Beatriz se paró para quitarse su pijama dejando ver la gran cicatriz.

– ¿Señorita Beatriz?

– ¿Ves esta cicatriz?

-Si, le tratamos esa herida entre santa Ciel, la hermana Esmeraldas y yo.

– Los médicos dicen que oficialmente he quedado estéril… la herida perforó hasta mi vientre haciéndome incapaz de poder concebir. 

Lagrimas se derramaban de las mejillas de la princesa.

-Admito que en parte me alivia ya no tener que preocuparme de quedar embarazada pero ahora que mi familia lo sabe valgo menos que nada, a mi padre no le importó que casi me mataran, sino que ya no tuviera hijos, maldecido…

Matilda abrazó a la princesa cálidamente.

-Esta pasando por muchas cosas horribles.

La princesa lloraba en los hombros de su criada personal desesperadamente.

-Llore todo lo que tenga que llorar princesa, yo siempre estaré aquí para usted.

Los gritos de dolor de Beatriz se ahogaban en los hombros de Beatriz hasta que dejó de llorar.

– ¿Se siente mejor?

– Si… gracias, Matilda, pero no es suficiente…

– ¿No es suficiente?

-Cuando estaba con Ciel siempre podía desahogarme con ella y luego…

La criada sabia a lo que se refería su ama y entonces ella se paró de donde estaban arrodilladas para dirigirse a la cama de la joven princesa.

– ¿Matilda?

La criada le daba la espalda a su ama para luego alzar su falda lo suficiente para déjala ver sus prendas íntimas las cuales eran de color blanco, sus medias que llegaban hasta sus muslos eran sostenidas por tirantes.

– ¿Qu-que crees que haces Matilda?

-Sirviéndole a mi ama de la misma forma en que lo hacia su amante.

La princesa tragaba saliva, ya había visto muchas veces a Matilda desnuda cuando iban a bañarse, pero había pasado tanto tiempo con ella que no se le había ocurrido verla como mujer hasta esa noche, ser la única persona de confianza que le quedaba después de que Ciel la abandonara hizo que todos sus sentimientos solo pudieran desfogarse hacia una dirección.

-Matilda…

Beatriz acercó su rostro hacia el trasero de Matilda la cual empezaba a lamer por encima la su prenda intima en lo que se podían oír gemidos de la criada.

-Ah, ah, si su majestad, hágalo así.

Las lamidas de Beatriz eran cada vez más intensas, ambas chicas habían salido del baño por lo que su olor era dulce y terminó empapando la prenda intima hasta que sintió como eran bajadas por la propia dueña hasta hacerlas caer en el piso.

– ¿Así le parece mejor su majestad?

La intimidad de Matilda tenía unos pocos vellos, pero era muy atractivo a ojos de Beatriz quien siguió lamiendo mientras una de sus manos estaba en su propia prenda intima acariciándose y estimulándose.

– ¡Si, así su majestad, sígame lamiendo allí! ¡aaahhhh!

Entonces un chorro de jugo de amor salió de Matilda quien se tiró a la cama jadeando luego del éxtasis.

-Aún no he tenido suficiente Matilda.

– ¿Su majestad?

Beatriz se quitó sus prendas restantes en lo que acercó su entre pierna junto a la de una Matilda, que aún tenía puesto su uniforme de criada, para chocar ambas intimidades.

– ¡Aaaahh! ¡Princesa Beatriz!

-Sí, así, así es como una criada debe servir a su ama, con su delicioso cuerpo a su ama.

Seguían chocando sus intimidades en lo que con una de sus manos arrancó la parte superior del uniforme de Matilda para dejar expuesto sus pechos que rebotaron ante todas las choces que hacían ambas mujeres.

Los ojos de Beatriz no hacían nada más que alimentarse ante los gestos obscenos de Matilda quien, aunque lo quería disimular esa era su primera experiencia con una mujer.

-Matilda ¿me prometes nunca separarte de mí?

Lo decía mientras seguía chocando su entrepierna con la de ella.

-S-sí, se lo prometo ¡ah! ¡nunca la abandonaré! ¡aunque tenga 1001 amantes! ¡yo siempre estaré cuando lo quiera y lo necesite!

-Así me gusta, dame tu cuerpo y tu cariño para siempre, aunque me case de nuevo con algún infeliz o me enamore de alguien más, dame todo de ti ¡aaaahhh!

Ambas chicas alcanzaron el éxtasis al mismo tiempo manchando las sábanas de la cama con sus jugos de amor.

En la cama Beatriz no hacía nada más que besar los labios de una Matilda totalmente desnuda quien tenía sus pechos agarrados por Beatriz.

– ¿Le gustó mi cuerpo princesa?

Beatriz entonces chupaba sus pechos jalando sus pezones con sus dientes.

– ¡Ahh!

-Si, me encanta, gracias, Matilda.

Ambas chicas se quedaron en la cama toda la noche hasta el amanecer donde antes de salir el sol Matilda se había puesto de nuevo su uniforme el cual aún tenía rasgos de un encuentro carnal. Vio a su ama totalmente dormida y sonrió.

-Se la ve mucho mejor cuando está feliz mi señorita.

Le dio un beso en la mejilla y se retiró del cuarto.

Las cortinas eran abiertas dejando que toda la luz del sol entrara en el cuarto de la princesa Beatriz.

– ¡Ahhh! ¿Cierra las cortinas! ¡Aún tengo sueño!

-Ya es de día su alteza, es hora de despertar.

Cuando se dio cuenta Beatriz se despertó rápido, creyó que todo había sido un sueño hasta que se dio cuenta que estaba totalmente desnuda debajo de las sábanas y en medio de la cama varias manchas de jugos de amor.

-Matilda lo que hicimos la otra noche….

La princesa no quería terminar la oración cuando de repente vio que Matilda solo sonreía coquetamente haciéndole la señal de silencio.

-No hable tan fuerte princesa, podría incomodar a los demás empleados.

Beatriz solo podía sonreír y entender lo que había pasado.

– ¿Cuáles son los planes de hoy?

Matilda entonces volvió a su actitud seria para ver a la princesa.

-Hoy es el día donde se dará el gran anuncio y santa Ciel estará como invitada.

Beatriz también volvió a tener una expresión seria.

-Entonces es hoy… el día donde mi padre informará lo que le pasó a Alexis y a nuestro matrimonio.

-Continuará…