(Web Novel) Un Mundo Carmesí / Capítulo 27: El rescate

El invierno llegó en las tierras de Indomitia, la nieve caía levemente, pero se pronosticaba que como todos los años el frio seria indescriptible. En las calles empedradas del aquelarre de las brujas las mujeres eran lo dominante, había muy pocos hombres y curiosamente estos siempre estaban acompañados de varias mujeres.

En la gran casa de la señora del aquelarre se encontraban el héroe Alexis y la bruja Rosemary quienes habían tenido una leve discusión la noche anterior, en el balcón de la habitación del joven héroe estaba el viendo las calles exteriores hasta que un toque en la puerta se escuchó.

– ¿Alexis? ¿Puedo pasar?

Era la voz de Rosemary al otro lado de la puerta.

– Pasa, de todas formas, no es mi casa.

La puerta se abría lentamente, Rosemary entró al cuarto donde estaba Alexis, no había nada fuera de lugar allí, una cama, una cómoda, una alfombra que cubría gran parte del cuarto, un espejo adornado con marcos de plata y una linterna de aceite.

 – ¿Alexis?

– Aquí afuera.

La bruja fue al balcón donde estaba su amigo viendo al exterior del aquelarre.

– Alexis ¿Estas bien?

-… Sí, estaré bien, gracias por preocuparte Rose.

La joven estaba algo preocupada pero no sabía cómo responderle ante una situación tan incomoda.

– Ale-

-Lo siento.

El joven héroe interrumpió a la bruja.

-Lo siento Rose, me dejé llevar.

– ¿Alexis?

– Nos conocemos desde hace varios años, se cómo eres, pero por algún motivo me dejé llevar por nuestra relación y malinterpreté todo.

El joven se volteó hacia la bruja para inclinarse un poco en señal de disculpas, era una costumbre que por alguna razón él había adoptado de su otro mundo pese a ser una costumbre que ni siquiera era la suya.

Rosemary se quedó viéndolo al héroe arrepentido de lo que había hecho lo cual ocasionó que algo dentro de su pecho hiciera chispas y al mismo tiempo ternura.

-Alexis, levántate por favor.

– ¿Sí?

La joven bruja abrazó a Alexis de forma tierna sorprendiéndolo.

– ¿Rose? ¿Pero qué?

– Tu también disculpa mi error Alexis, te vi tan triste y destrozado por lo que habías pasado que quería levantarte el ánimo, no pensé que esto ocasionaría un mal entendido.

El joven héroe correspondió al abrazo rodeando la espalda de su amiga sintiendo su cálido cuerpo en medio de la brisa invernal dentro del aquelarre.

– Gracias por ser mi amiga Rose.

– No hay de qué, para eso están los amigos.

Cuando los jóvenes terminaron su abrazo se vieron a los ojos directamente, el aliento de sus bocas se podía ver y con un leve sonrojo ambos se quedaron hipnotizados.

– Alexis.

– ¿Si Rose?

– ¿Quieres hacer lo que te había prometido hace varios días?

– ¿Te refieres ha…?

La bruja entonces beso al héroe metiendo su lengua dejándolo hipnotizado para luego separarse con un hilo de saliva aun conectándolos.

– Tengo el aceite que tanto quería usar contigo ¿Lo hacemos?

Alexis luego de verla un rato no hizo más que sonreír con un sentimiento de aceptación.

– Claro, tengo ganas desde hace tiempo.

A las afueras del cuarto del joven Alexis estaba caminando una criada con algunas sabanas hasta que unos gemidos la asustaron haciendo que casi hiciera caer lo que traía.

– ¡Por la diosa Gia!

En la capital del Reino de Fragia el papa Magno Luise XII declaró la persecución a las brujas quienes fueron consideradas traidoras y hechas responsables de buscar la resurrección del Rey Demonio.

Todo el mundo estaba gritando a favor de la nueva cruzada, pero en el estrado Beatriz y Ciel estaban totalmente sorprendidas.

– ¿Tus sabias de esto Beatriz?

Preguntaba una notoriamente preocupada Ciel.

– Por supuesto que no, esto jamás discutieron conmigo.

– Ya veo.

Entonces un guardia se puso detrás de santa Ciel para darle un mensaje y cuando ella lo escuchó abrió rápidamente sus ojos.

– ¿Ciel? ¿A dónde vas?

– No tengo tiempo, debo irme.

Cuando la santa estaba por irse una de sus manos fue tomada por la princesa.

– No, no te vayas, así como así, tenemos mucho de que discutir.

-Ahora no es el tiempo Beatriz y hay mucha gente aquí.

Ciel se quitó la mano de encima de Beatriz y antes de que se fuera le dijo unas palabras.

– Aún tengo muchas cosas que hacer, hasta que todo esto termine… no podemos estar juntas.

Así fue como la santa se retiró del lugar acompañada de ese guardia en medio de toda la conmoción por el anuncio dejando a una Beatriz desplazada y se nuevo sola.

El guardia que estaba con Ciel era uno de los guardias del Conde Louise quien le informó que su hermana Miriel había sido rescatada y que debían irse inmediatamente antes de que se enteraran los demás guardias.

– Por aquí su santidad.

– Gracias.

Ciel entró en un cuarto mientras el guardia cuidaba la puerta, dentro del lugar la santa sacó una gran capucha de color gris con adornos azules para cubrirse, debía salir lo más pronto posible ante de que las noticias de la desaparición de su hermana Miriel se hiciera pública.

En medio de la multitud de la plaza hubo varias figuras encapuchadas que trataban de abrirse paso, todo el público estaba vitoreando frases como «muerte a las brujas», «malditas desviadas», «herejes traidoras», «Putas promiscuas».

Las personas misteriosas que pasaban en medio de la multitud se metieron en un callejón estrecho donde nadie pudiera verlos, al momento se revelar sus rostros eran la hermana Esmeralda, el conde Louise y la más pequeña era Miriel la hermana menor de Ciel.

– Conde Louise ¿Esta seguro que su guardia dará con Ciel? debí haber ido yo a avisarle.

– No se preocupe hermana Esmeralda, a quien envié es un hombre de confianza, todo saldrá bien, por cierto ¿Dónde se encuentra la iglesia a donde debemos ir?

– Síganme.

Miriel estaba algo confundida con lo que pasaba, pero tenía fe en las personas con las cuales se juntó con la esperanza de volver a ver a su querida hermana mayor.

El guardia que le avisó a Ciel la guio por un pasadizo secreto del castillo hasta dar hacia una salida, pero para la sorpresa de la santa este era un patio sin salida abierta.

– Guardia ¿Qué significa esto?

– Lo siento santa Ciel, pero no podemos permitir que se vaya tan rápido.

El guardia se descubrió el rostro para darse cuenta de que no era uno de los acompañantes del conde Louise.

– Entonces nos descubrieron.

Una gran cantidad de soldados sacros rodearon a Ciel, los soldados sacros eran nobles de rango bajo o medio que servían directamente a la iglesia bajo las órdenes del papa. En medio de todos aquellos caballeros se abría uno quien era el capitán Constantino.

– Capitán ¿No debería estar con el Papa en este momento?

– Su santidad Magno Luise XII se encuentra bien, la mitad de los caballeros sacros lo están protegiendo.

– ¿Y entonces que hace aquí? tengo prisas por irme.

– Me temo que no puede irse por el momento, tengo algo que informarle.

Uno de los caballeros sacros le entregó al capitán un pergamino el cual abrió.

-Nos hemos enterado de sus más recientes acciones, derrocar y encerrar a un Conde, exiliar a una abadesa y auto nombrarse como Abadesa de la abadía Virgínea, lo sabemos todo, su santidad.

Ciel escuchó lo que decía el capitán sacro, pero sin sorprenderse mucho, ella ya tenía idea de que en cualquier momento la iglesia o la corona harían algo contra ella, pero no creyó que tan rápido y mucho menos en medio de un momento tan delicado como ese.

– Tras la desaparición del héroe Alexis, la conspiración de las brujas y la posible resurrección del rey demonio, santa Ciel su santidad Magno Luise XII le informa que tenga mucho cuidado con lo que está haciendo, en estos momentos de mayor necesidad debemos estar unidos.

Ciel al escuchar todo lo que dijo el capitán tomo un gran respiro antes de contestar.

– Capitán Constantino, dígame ¿Usted también estuvo de visita en la Abadía Virgínea el año pasado?

Una gota de sudor caía sobre la mejilla del capitán quien había entendido la indirecta.

– ¿No me va a responder? Bueno según los registros de la abadía usted estuvo de pasada en dicho lugar en una visita no autorizada para pasar una noche «leyendo las santas escrituras» junto a las herma-

– ¡Es suficiente! ¡Eso no tiene nada que ver ahora!

El capitán la había interrumpido.

– ¿Qué pasa capitán? ¿Tiene miedo de que los demás se enteren?

– Santa Ciel… ¿Acaso quiere chantajearme?

– No, porque para chantajearlo necesitaría que mantuviera el secreto y esto no lo es o al menos no entre ustedes.

De la manga de Ciel ella sacó también un pequeño pergamino el cual hizo caer, era tal su extensión que llegó al piso.

– Arlan, Berni, Charlie, Danoy, Erlin, Farco, Gerni, Hastul…

Varios de los caballeros sacros reaccionaron al escuchar sus nombres en dicha lista.

– Parece que tenemos presentes a varios visitantes de la abadía Virgínea.

Lo decía Ciel mientras esbozaba una leve sonrisa y se guardaba el pequeño pergamino. La santa empezó a dar varios pasos hacia adelante hasta estar cara a cara con el capitán Constantino.

– ¿Ya terminamos entonces? Por qué tengo muchísima prisa.

– ¿Quiere ir a ver a su hermana?

– ¿Lo sabias?

– Nada se escapa a los ojos de la Iglesia su santidad.

– ¿Y aun sabiendo aquello me retendrás aquí?

– Podríamos hacerlo.

– Ni con 1000 de ustedes podrían retenerme aquí.

El capitán Constantino no le respondió y entonces dio un paso al costado abriendo el camino hacia una salida que alguno de los caballeros sacros abrió.

– Gracias por entender capitán.

La santa caminó hacia la salida no sin antes escuchar un último comentario.

– El papa y la iglesia tiene ojos por todos lados, por favor tenga cuidado con lo que hace.

Ciel se paró por un instante volteando la vista viendo al capitán y después siguió su camino.

– Lo sé y espero que sigan viendo.

En una pequeña capilla cerca de la puerta norte de la capital de Fragia una puerta se abría, era Ciel quien al llegar vio como otras figuras se levantaban.

– ¿Hermana?

– Si, soy yo, disculpa la demora.

Una de las figuras se quitó la capucha, era Miriel quien fue corriendo a toda prisa a abrazar a su hermana mayor.

– ¡HERMANA! ¡HERMANA!

La joven santa abrazó a su hermana mientras se inclinaba al piso, Miriel estaba llorando desconsoladamente, las otras dos figuras se quitaron también las capuchas para dejarse ver, eran Esmeralda y el conde Louise.

– ¡Hermana! ¿Dónde has estado? No he sabido nada de ti por todo un mes, cuando vinieron a verme los guardias creí que te había pasado lo peor.

– Lo siento mucho Miriel, he estado algo muy ocupada, no pude mandarte cartas en todo este tiempo ¿Como están las cosas en el pueblo?

– E-estamos bien, pero… algunos guardias de pronto empezaron a poner un campamento permanente y eso nos hizo preocupar, creímos que los ejércitos del Rey Demonio habían regresado.

– Ya veo… pero no te preocupes, ahora estás conmigo y no te dejaré ir.

– Hermana, gracias.

Las hermanas se abrazaron más fuerte sin dejarse ir.

El invierno en las tierras de Indomitia eran sumamente crueles, las diferentes aldeas quedaban totalmente aisladas e incomunicadas por la nieve, todo lo que pasara afuera de dichos territorios era una total incógnita por lo cual los miembros de las aldeas debían trabajar juntos para sobrevivir.

En el aquelarre de las brujas las calles se llenaban de nieve, algunas brujas hacían el trabajo de quitar la nieve gracias a su magia de viento, ellas abrían los caminos donde cruzaba la gente.

En medio del camino estaban la señora del aquelarre Allye, su sobrina Rosemary y el héroe Alexis.

– Y entonces fueron a esa aldea de artesanos donde había muchos hombres guapos dispuestos a hacernos ese «favorcito»

– He, disculpe Allye.

– ¿Si joven héroe?

– Me está diciendo que… ¿Ustedes van a otras aldeas una vez al año… para buscar hombres con los cuales procrear?

– Oh no, no todas, hay varias compañeras que no desean tener hijos y se limitan a dejar ir a sus novias en primavera para que ellas se embaracen.

– ¿Y no han pensado en dejar entrar a más hombres al aquelarre?

– Por supuesto que no, debemos mantener la pureza de nuestro pueblo, eso quiere decir que solo aquellos que posean magia, sean creyentes de la diosa Gia y hayan aprendido la magia por sus enseñanzas pueden vivir aquí.

– ¿Cuantos brujos hay aquí?

– Creo que hay un brujo por cada 20 brujas.

– ¿Tan pocos?

– La diosa Gia tiene una preferencia hacia las mujeres que a los hombres y como hay pocos no podemos arriesgarnos con el tema de la endogamia a diferencia de ciertos reinos occidentales que les encanta reproducirse entre familiares.

– Eso es… curioso ¿Sabías eso Rosemary?

– Más o menos, pero mi madre era de Indomitia, yo no.

El joven héroe trató de entender las costumbres del aquelarre, al parecer la poca cantidad de brujos obligaba a las brujas a ir a otros pueblos de Indomitia para tener hijos con hombres libres, una actividad demasiado peculiar a lo que Alexis estaba acostumbrado.

– Por cierto, tengo una duda ¿Dijo que tiene 189 años?

– Claro que sí, estoy en la flor de mi juventud.

– No le hagas caso Alexis, mi tía tiene en realidad 378 años si no me equivoco.

Entonces un golpe le cayó encima a Rosemary dejándole un gran chichón.

– ¡Auch! ¡Tía, solo dije la verdad!

– En primer lugar, me llamo Allye y en segundo lugar tengo 189 años eternos que no se te olvide.

Alexis hacia cuentas y algo no le cuadraba.

– Rosemary tu apenas tienes 20 años y las demás brujas que ayudaron en la gran guerra demoniaca no eran tan longevas.

– Oh ¿eso? bueno es porque…

– Déjame responder eso a mí.

La señora del aquelarre adelantó el paso.

– Las brujas de sangre pura somos muy longevas, no tanto como los elfos puros, pero si mucho más que los humanos.

La mirada de Alexis se sorprendió, el siempre creyó que las brujas eran exactamente igual que los humanos en términos de longevidad.

– Rosemary ¿acaso tu?

– Si, mi madre era una bruja de sangre pura, yo no, por eso tengo una esperanza de vida igual que el de un humano normal, pero con los poderes de una bruja.

La señora del aquelarre abrazó a su sobrina de repente.

– Mi hermana menor Marylin fue de viaje a Fragia y se enamoró de un hombre, de allí nació mi querida sobrina Rosemary.

– ¡Tía! ¡No digas demasiado! y cuidado que no me dejas respirar.

Los enormes pechos de la señora del aquelarre cubrían el rostro de Rosemary hasta que una guardia las interrumpió.

– Mi señora Allye.

– ¿Sí?

Su mirada entonces volvió a ser seria.

– Todos los caminos han sido cubiertos totalmente por la nieve, estamos aislados.

– Perfecto ¿Como van las cosas en la maternidad?

– Las primeras señoritas ya están comenzando a dar a luz.

La sonrisa animada de la bruja del aquelarre volvió a su rostro.

– Por Gia eso es maravilloso.

Volteó la mirada hacia Alexis y Rosemary.

– ¿Quieren venir conmigo a la maternidad? no hay nada más hermoso que el nacimiento de una nueva vida.

En un largo camino se encontraba un vagón jalado por dos caballos, en su interior había varias personas reunidas en grupo.

– ¡Maldición! ¡Me traicionaron! ¡Cuando lo vea mandaré a cortar su cabeza!

El conde Louise maldecía luego de golpear al piso de madera del vagón.

– ¡Lo sabía! Debí ir yo misma a avisarle a Ciel.

– No, hiciste bien Esmeralda, la seguridad de Miriel era prioridad.

Ciel estaba sentada en el vagón mientras su hermana menor yacía dormida.

– Lo siento mucho su santidad, no creí tener a un infiltrado de la iglesia entre mis filas.

– Esta bien, conde, solo debe asegurarse de hacer una mejor elección en cuanto a sus guardias cercanos, ahora sabemos que cualquiera podría ser un infiltrado de la iglesia o de la corona.

– Prometo tener mucho cuidado la próxima vez su santidad.

– Pero me sorprende que la corona y la iglesia hayan colaborado en todo esto para hacerte asistir a dicho anuncio.

La hermana Esmeralda trataba de analizar lo que había pasado.

– ¿Qué opinas Esmeralda?

– ¿Yo? Bueno si me lo preguntas diría que esto demuestra que, pese a sus diferencias, ambiciones y demás cuestiones ambas instituciones se aliaron para dejarte un mensaje claro.

– ¿Cual?

– Que ambos se aliarían sin problemas ante ti si sigues causándoles problemas.

Ciel dio una leve sonrisa.

– Ya veo, ahora me toman más en serio, eso me gusta.

Los árboles alrededor ya no tenían hojas, todas cayeron hace tiempo y una bruza de viento helado entró al vagón.

– ¡Brrr! Cuanto frio ¿Cuánto tardaremos en llegar?

Preguntaba la hermana Esmeralda al conde Louise.

– Unos cuatro días a lo mucho, a este ritmo llegaremos justo cuando empiece a nevar.

– Cuando llegue el invierno la mayoría de las actividades se verán paralizadas ¿Pero por qué hacer el anuncio ahora? la purga recién debería iniciar como tal en primavera.

Santa Ciel trataba de entender la lógica de lo que estaba pasando.

– Lo hacen para que todo el reino de Fragia se aliste en invierno para que se avecina.

Esmeralda respondía en lo que el conde Lambert se puso la mano en la barbilla.

– Quizás también lo hagan para que las propias brujas se enteren y salgan del reino.

– ¡Eso es conde! Así se ahorran el trabajo de desalojarlas, ahorrar recursos que podrían serle muy útiles.

– Gracias hermana Esmeralda.

El conde estaba algo contento de que tomaran en cuenta sus opiniones.

– ¿Y qué harás Ciel? Ya tienes a tu hermana Miriel ¿Harás que viva contigo en la abadía?

Ante la pregunta de Esmeralda Ciel acariciaba el cabello de su hermana menor la cual era 4 años menor a ella.

– El reino empezará su purga en primavera lo cual quiere decir que tendremos 3 meses para prepararnos, el hecho que den tiempo a las brujas para que dejen Fragia evitará una masacre entonces no hace falta que interfiera a la fuerza.

– ¿Y qué harás cuando llegue la primavera? 

– Visitar otras abadías, conventos y sitios de culto, lo que ocurrió en la abadía Virgínea de seguro se repite en todo el reino, hacer reformas que cambien la estructura de la iglesia sin recurrir a la guerra.

– Ciel… 

– No quiero depender de la fuerza bruta de forma innecesaria.

De la mente de la hermana Esmeralda se le cruzó lo que le dijo el héroe Alexis cuando este se enfrentaba a Freyla 

«Chicas, sobre todo tu Esmeralda, si quieren cambiar una institución tienen dos opciones, una hacerlo desde adentro poco a poco para que todo el mundo lo acepte de forma natural y existe la forma revolucionaria, hacer un cambio brusco que modifique el sistema, pero a cambio eso traerá muchos conflictos, guerra y muerte.»

– «Lo que dijo Alexis al final si coló en tu mente, Ciel.» 

Ya era de noche en el palacio de la capital del reino de Fragia, dentro de una habitación con apenas unas velas encendidas estaba Beatriz desnuda en su cama encima de Matilda quien estaba gimiendo mientras la princesa restregaba su entrepierna con la de ella y al mismo tiempo chupaba sus pechos.

– Ama Beatriz, ama Beatriz, si, así, aaahh.

En la mente de Beatriz estaba la imagen de Ciel la cual se retiraba del lugar a toda prisa, su mano siendo apartada por ella, la decepción inundaba a la princesa quien aumentaba la intensidad de sus chupones, besos y lamidas en el cuerpo de la criada.

– ¿Ama? Ah, no, me corro, me corro ¡aahh!

Un gran gemido se escuchó en todo el cuarto en lo que ambas chicas se separaron para acostarse la una al lado de la otra gimiendo ante el éxtasis que sintieron.

– Ay por la diosa, ama estuvo increible.

– Gracias a ti Matilda por satisfacerme.

La princesa entonces se colocó en los pechos de su criada chupándolos.

– Ama, la veo algo extraña esta noche ¿Es por lo de Ciel?

Beatriz dejó de chupar sus pechos.

– Si, hace una semana que nos vimos por última vez y se fue inmediatamente sin querer hablar conmigo, me dejó sola de nuevo.

Matilda acariciaba el cabello de su ama.

– Pero ama ya le dije que lo hizo para rescatar a su hermana menor Miriel quien estaba cautiva.

– Lo sé, pero ella no me contó nada de su plan a diferencia de ti que Esmeralda te contó todo.

La princesa se levantó de la cama aún desnuda, las opacas luces de las velas apenas iluminaban algo de su cuerpo sumido en la oscuridad.

– ¿Ama?

Beatriz se asomaba a la ventana.

– Usted se casó en primavera ¿No es así?

– Si…

Beatriz colocó su mano en su pecho.

– Nuestro primer aniversario desde que nos casamos con Alexis.

Varios copos de nieve cayeron de repente en frente de la ventana de la habitación de Beatriz.

– Ya llegó el invierno.

Beatriz se volteó para ver a Matilda.

– Mi hermano se casará el próximo año, no estoy segura si será antes o después del inicio de la persecución hacia las brujas.

– Eso quiere decir que…

-Si, nos vamos a Ferrcia.

-Continuará…