CAPÍTULO 1: Las esposas del héroe le hacen NTR
Reencarné de otro mundo, de un país no tan seguro como se imaginarán, fallecí mientras me asaltaban con un revólver para robarme el teléfono móvil en la calle, típico de esta zona del mundo, un final patético para alguien quien apenas había vivido 20 años.
Cuando me di cuenta de que estaba en un mundo distinto al mío realmente me sentí asustado pero intrigado, estaba en el cuerpo de un niño que no reconocía en un principio, pero que afortunadamente sus memorias también estaban conectadas a las mías por lo que rápidamente pude entender dónde estaba y quién era.
Me llamaba Alexis, tenía 8 años y vivía en una aldea al sureste del reino de Fragia, una familia conformada por dos hermanas menores y un hermano mayor. La aldea donde vivíamos era bastante pacifica en el cual nunca ocurría nada malo, y tenía una mejor amiga la cual veía todos los días. Su nombre era Ciel y jugábamos bastante seguido junto a otros chicos.
Sin embargo, la vida pacífica en este lugar no duró para siempre: en mi decimocuarto cumpleaños el ejército del Rey Demonio apareció para destruirlo todo, en dirección a la capital. Allí fue cuando despertaron mis poderes al igual que los de Ciel.
Mi amiga de la infancia, que era algo tímida con los extraños, también había despertado poderes benditos que eran distintos al mío, mientras yo poseía manifestaciones en forma de elementos naturales como el fuego o el hielo, ella tenía poderes sagrados impresionantes que explotaban al ritmo de sus emociones.
Acabamos con los monstruos que atacaron al pueblo, pero perdimos a muchos amigos y familiares. Mi padre nos protegió y por causa de los enfrentamientos fue muy mal herido. Antes de fallecer le hizo prometer a mi hermano mayor que cuidara de la familia, Ciel, por su parte, perdió a sus padres. Ella era la hija mayor de la familia y su hermana menor quedó agonizando, casi al borde de la muerte.
Pese a sus grandes poderes, Ciel estaba totalmente destrozada e impotente por no poder hacer nada hasta que sus lágrimas cayeron en la herida que tenía su hermanita y de esta una luz cálida emergió curándola por completo.
Después de varios días el reino nos llamó para que nos uniéramos a sus fuerzas reales ante la lucha contra el gran rey demonio quien fue el responsable de la destrucción de nuestra aldea. No dudamos a ir a la guerra ya que teníamos motivos de sobra para aceptar.
Durante alrededor de tres años luchamos incansablemente contra el ejército enemigo del Rey Demonio, y tanto Ciel como yo nos volvíamos más y más fuertes gracias a las enseñanzas de los mejores esgrimistas y magos del reino hasta que en la batalla final los poderes de sagrados de Ciel se manifestaron por completo permitiéndonos a todos la oportunidad de derrotar para siempre al Rey Demonio.
La paz había llegado al mundo, Ciel fue nombrada Santa por sus grandes hazañas en la gran guerra demoníaca y a mí Gran Héroe del reino por haber sido quien atestó el golpe de gracia al rey demonio; era un momento de júbilo para todo el reino de Fragia, nos habíamos convertido en sus salvadores.
Ya había cumplido 17 años, en este mundo eres mayor a los 16, por lo que se me dio la oportunidad de casarme y qué mejor chica que con ella, mi querida mejor amiga de la infancia, quien ahora es La Santa Ciel… pero también había desarrollado sentimientos románticos hacia alguien más… la princesa Beatriz Bertrand, quien aportó muchísimo en esta guerra habiéndose encargado del reino cuando el Rey había caído enfermo debido a una conspiración política por parte de unos nobles corruptos quienes habían hecho tratos con el Rey Demonio solo para salvar sus traseros.
Beatriz y Ciel se habían hecho grandes amigas, y entre los tres habíamos forjado fuertes lazos de amistad que derivó en el romance. La familia real de Fragia, los Bertrand, eran descendientes de un antiguo héroe legendario que había salvado el mundo hace ya 500 años.
Habíamos pasado por muchos problemas de triángulos amorosos entre los tres, situaciones en las que no sabía a cuál escoger o declararle mi amor, pero afortunadamente la religión actual de Fragia permitía la poligamia para los hombres por lo que, armándome de valor, me le declaré a ambas… y funcionó.
En una ceremonia multitudinaria todos nos dieron la bendición, como era considerado un héroe legendario por mis proezas el Rey estaba feliz de que su hija contrajera matrimonio con alguien tan poderoso para tener nietos fuertes, Ciel estaba de acuerdo, quizás demasiado bien de acuerdo.
Han pasado dos meses desde que nos casamos, nos habían regalado una mansión a las afueras de la capital real lo suficientemente cerca para llegar rápidamente al castillo en caso de una emergencia, pero lo suficientemente lejos para tener cierta tranquilidad de la ajetreada vida capitalina.
Pese a estar casados hasta ese día nunca habíamos tenido relaciones sexuales: en el mundo del cual vengo lo normal es la monogamia, a excepción de algunos países de Medio Oriente, pero el hecho de tener dos esposas nunca había pasado por mi mente y tenerlas a ambas frente a mí más que excitación me provocaba confusión, pero al mismo tiempo tenía gran curiosidad de saber cómo se sentiría hacerlo con dos chicas a la vez.
Acordamos que, como era la primera vez que íbamos a hacerlo, sería entre los tres para fortalecer nuestros lazos como un matrimonio feliz y allí estábamos, todos juntos en la habitación más grande de la mansión.
En una enorme cama matrimonial en la habitación más grande y majestuosa de la mansión, los tres andábamos como la Diosa nos trajo al mundo y debía elegir con quien iniciar: al verlas a ambas desprendiéndose de sus ropas no podía hacer más que maravillarme ante la bendición de haberme casado con ambas.
La princesa Beatriz era una hermosa mujer de cabello rubio, ondulado y muy largo que le llegaba hasta la cintura, sus ojos azules eran tan hermosos que con solo verlos me sumergía profundamente en su mirada como si del océano fuera, sus pechos eran enormes, muy suaves como malvaviscos y qué decir de sus aureolas rosadas que combinaban con su blanca y tersa piel, su figura era simplemente perfecta y sus caderas tenían la figura correcta como para poder concebir muchos hijos.
Mientras tanto Ciel era una jovencita muy tierna, su cabellera negra le llegaba hasta los hombros y sus ojos eran de un color celeste cual cielo de verano, era algo más pequeña que Beatriz y pese a que sus pechos no eran muy grandes combinaban muy bien con su figura más esbelta, por no decir de su piel que era incluso más blanca que el de la princesa.
Las dos chicas estaban frente a mí, mirándome, y no sabía con quién iniciar… Ciel se veía sonrojada y muy nerviosa como si de un cachorrito se tratara y a su lado estaba Beatriz, que, si bien no parecía estar totalmente serena, podía ver en sus ojos mucha determinación, como si esperara que hiciera el primer movimiento ante ella.
Empecé a besar suavemente a la princesa mientras delicadamente acariciaba sus enormes pechos mientras mis dedos se hundían en ellas fácilmente.
Sentía cómo el calor del momento se intensificaba cuando intentaba meter mi lengua dentro de su boca y mi mano bajaba por su cintura hasta casi llegar a su intimidad, pero antes de que pudiera continuar…
-Lo siento… pero no puedo seguir viendo, lo siento, pueden seguir sin mí.
Ciel se había levantado de la cama y colocándose una bata con vergüenza se aproximó a la puerta del cuarto dispuesta a salir.
-Espera, por favor no te vayas, no quería dejarte sola…
Había respondido con nerviosismo, pero ella ya se había retirado de la habitación dejándome solo con la princesa, que se veía algo decepcionada, aunque tratara de disimularlo.
Como había dicho antes, habíamos acordado que nuestra primera noche lo haríamos los tres juntos, un trío en pocas palabras, quizás era demasiado extremo, pensando que era nuestra primera vez hasta este momento… sí, es extraño, a mis 17 años todavía no había tenido relaciones sexuales; si bien durante la guerra contra el gran rey demonio conocí a muchas chicas que se habrían ofrecido encantadas a que tuviéramos relaciones, el profundo estrés hacía que mis deseos carnales se hubieran dormido y sólo se despertaban cuando conseguía algún tiempo libre, pero quería de cualquier manera respetar la castidad de Ciel, que debía llegar impoluta al altar.
Cuando miré a la princesa tenía su mirada bajo las sábanas como si se hubiera avergonzado de algo, sonrojada y con el pecho cubierto, y quizás también le daba vergüenza que nos vieran intentar hacerlo.
-Lo siento princesa, no debí haberlas forzado a hacer esto.
…
-No tiene de que avergonzarse, ambas habíamos accedido a hacerlo, debes disculpar Ciel.
Beatriz se había puesto su ropa de noche mientras tomaba una de las agarraderas de velas y volteó a verme con una sonrisa tranquilizadora.
-Hablaré con ella, por favor descanse por esta noche… pero si insiste no me importaría entregarme a usted ahora.
“Entregarme a usted ahora” esas palabras me hacían pensar en que, si accedía, sería un egoísta maniático sexual, mientras Ciel estaba en el otro cuarto de la mansión, quizás llorando.
-Está bien, no se preocupes… de todas formas mañana llegarán temprano para llevarme.
Al día siguiente tendría una misión especial del que debía encargarme personalmente. En un principio quería llevarlas a ambas, pero no quería que sus días de paz terminaran tan pronto.
-Por favor dígale a Ciel que me disculpe y que al regresar arreglaremos esta situación.
Mirándome con ojos de sorpresa, pero al mismo tiempo de alivio, ella me sonrió cálidamente.
-Es usted todo un héroe incluso fuera del campo de batalla, lo veré en la mañana para despedirlo, que tenga buenas noches.
La mansión era enorme, no recuerdo cuántas habitaciones tenía, pero tanto para la princesa como para Ciel era fácil encontrar otro sitio donde dormir por separado.
– Espero que no se peleen por mi culpa, debería ir a hablar yo con ella…
Tenía miedo de empeorar las cosas, lo mejor era dejar que se calmaran un poco las cosas por estos días que estaría afuera y al regresar tener todo ya resuelto.
– ¿Está seguro de que quiere hacer eso, amo?
Del collar que estaba en la mesa una luz se prendía y de ello surgía un hada; aunque lo normal era que las hadas tuvieran un aspecto femenino este era masculino, con apariencia infantil, pero que en realidad era sumamente viejo en edad.
-Está bien Pyxys, si, no quiero empeorar las cosas además…
*Bosteza*
Me cubría la boca ante cada bostezo.
– Estoy muy cansado de repente y no sé por qué.
– Amo ¿Quiere que me quede cuidando de sus esposas?
-Oh… eso estaría muy bien, contigo aquí puedo comunicarme en cualquier momento y saber la situación… pero por favor mantente oculto, no quiero que ellas se enteren o me matarán.
-Como usted lo ordene, amo.
Mis ojos se cerraban y perdí el conocimiento rápidamente, era un sueño muy repentino.
-Quizás… ¿Me dieron de beber algo raro? ¡jeje, ¡que tonterías son esas…! Buenas noches mis amores, buenas noches Pyxys.
A la mañana siguiente algunos soldados vinieron a por mí para la misión. Debíamos cazar un jefe troll que estaba armando revuelo en algunos pueblos de la región norte del reino de Fragia, porque antes había acabado con su jefe el gran rey demonio. Para mí esta misión era sencilla: al derrotarlo había aprendido una habilidad super útil y quería probarla contra ese troll.
…
…
…
Viajamos durante tres días, en un pueblo montañoso algo recóndito. Al llegar, y en el momento de entrar en las cuevas de la cordillera más empinada, pude enfrentarme y vencer a ese enemigo más fácilmente de lo que hubiera imaginado; a nadie le había contado de esta habilidad porque quería impresionar a los caballeros cuando la perfeccionara.
Al regresar a la aldea, podía ver las estrellas ya iluminando el ocaso. Una de las dos enormes lunas que aparecían en el horizonte se alzó al mismo tiempo que los últimos rayos del sol desaparecían de las nubes lejanas.
-Bien, ahora que he acabado el encargo llamaré a Pyxys a ver cómo están las cosas en casa, ojalá no se hayan matado entre ellas o de lo contrario no sé qué podré hacer.
Descansé en el balcón de una posada frente a la luz de la luna llena que se iluminaba intensamente. Traté de entablar un enlace mágico con Pyxys, mi hada, nuestra conexión mágica es natural.
-Buenas noches, Amo ¿Le ha ido bien en su misión?
-Por supuesto, Pyxys, de lo contrario habrías sentido como nuestro contrato se habría roto, no hagas preguntas obvias.
Lo decía entre risas, a veces bromeaba con Pyxys, él siempre me respondía con alguna frase sarcástica que me hacía reír, era nuestra forma de llevarnos bien.
– Amo… me temo que éste no es un buen momento para las bromas nocturnas.
– ¿Eh? ¿Qué sucede Pyxys? te noto muy serio… ¿Acaso pasó algo malo en casa?
Empecé a preocuparme: cuando él se pone así es porque algo malo sucedió o va a suceder. Pero como no me lo contó de inmediato al momento de contactarlo ni de intentar llamarme eso quiere decir que no podría ser algo tan terrible.
-Podría decirse que sí, pero es algo que sólo usted podría decidir.
…
– ¿Tiene que ver con la princesa Beatriz y Ciel?
-Algo por el estilo.
Me puse nervioso de repente, podría ser algo pequeño, pero tras lo que pasó hace algunas noches no podía dejarlo pasar por alto.
-Cuéntame exactamente lo que pasó, no me ocultes nada ¿Entendido?
-Si usted desea toda la verdad no soy quién para negársela, pero debe estar preparado Amo.
Lo que sea que me cuente Pyxys debía afrontarlo con valor, ¿quizás una estaba conspirando contra la otra para matarla? ¿Habrán hecho pactos con algún demonio? ¿Habrán metido amantes en la casa? ¿Infidelidad? Nah, no creo que ellas…
-Estoy más que listo.
De pronto mi visión empezó a distorsionarse, como si todo el mundo estuviera cambiando de forma, pero no era mi entorno, mi vista se había enlazado con los ojos de Pyxys. Esta habilidad me es muy útil, y la había usado en varias misiones, pero no sabía por qué me lo estaba mostrando justo en ese momento, sea lo que sea él quiere que lo vea con mis propios ojos.
Estaba en un lugar muy oscuro, no podía distinguir nada, pero podía sentir el polvo en mi nariz, ya que el enlace mágico con Pyxys me permitía sentir los alrededores. De repente vi una luz cálida saliendo del suelo en una especie de abertura. Me acerqué y pude notar que era una de las habitaciones de la mansión, estaba encima de ella, en el techo, y vi varias luces de velas alrededor de la cama. En medio, dos figuras que se movían muy misteriosamente. Cuando me di cuenta, vi algo de lo cual tanto mi mente como corazón no estaba preparados.
– ¿Te sentías celosa porque él me estaba besando… y acariciando mis pechos?
Lo decía mientras estaba besando con intensidad los labios de la pelinegra de forma desesperada como si de un depredador y su presa se tratara.
-Ahh… ya te dije… que no quería hacerlo…. Pero tu insististe…
Los labios cambiaron de posición para ahora atacar el cuello el cual chupaba de forma muy morbosa mientras le bajaba el vestido de noche, dejando mostrar sus pequeños pechos, pálidos, con los pezones erectos para proceder a acariciarlos posesivamente.
– ¡Kya!
…
-Ya te lo dije, si lo hacíamos así él nunca podría sospechar de nosotras.
Su boca bajó más hasta esos pequeños pezones que empezaba a lamer y morder con malicia.
-AAAHHH… no es justo… pensé que podría soportarlo, ¡pero es imposible! ¡No soporto verte con él haciéndolo frente a mí, preferiría que lo hubiéramos hecho en habitaciones separadas!
De pronto sus mordidas se detuvieron para alzar la mirada, iluminada por sus ojos azules. La rubia postró su rostro frente al de la pelinegra, quien yacía excitada ante los estímulos con un brazo cubriendo su rostro, sus ojos lacrimosos y sus mejillas enrojecidas.
– ¿Sabes qué es lo que más me dolería? Que él te lo hiciera en alguna de estas habitaciones sin que yo lo supiera… hacerlo entre los tres al menos me permitiría ver como pierdes tu virginidad, te estaría dando permiso para hacerlo, no me tomes como una simple exhibicionista.
– ¿Qu-qué estás haciendo Betty?… Kyaaa…
Ella tomó sus piernas, alzándolas por encima de su hombro permitiéndole ver la virgen intimidad de la santa quien yacía impoluta e intacta de cualquier contaminación masculina, pero sumamente humedecida por todo el estímulo que había recibido su cuerpo.
-Desde el primer momento en que te vi me enamoré, solo eras una campesina que había sido bendecida por el poder de los dioses como tantos, pero aun así los superaste a todos, eres todo lo que yo no puedo ser y si casarme con tu mismo esposo me permite estar cerca de ti entonces yo…
Sin pedir permiso la princesa introducía su lengua sedienta en los sitios más profundos y privados de la santa quien no podía hacer más que sujetarse de las sábanas con fuerza mientras sus ojos se cerraban ante el electrizante placer que la inundaba.
-No, no, no, detente, ese es mi punto sensible… si sigues así yo…
Esa lengua imbuida por su maná era capaz de provocar que los sentidos de la santa se incrementaran al máximo, hasta el punto de que su mente se derretía ante el placer… Ella no podía pensar bien y de un impulso abrió los ojos para darse cuenta de que el mundo se volvía blanco y negro, a veces en grises y luego nuevamente a color.
-¡¡¡Me corro!!!
El rostro de la princesa había sido bañado en algo parecido al agua bendita, cálido y con un sabor agridulce.
-Dulce, sabe muy dulce su santidad.
La pelinegra yacía en medio de la cama con sus ojos llenos de lágrimas de excitación mientras jadeaba intensamente y sus mejillas continuaban totalmente rojas.
…
…
…
Desde el techo de esa habitación el hada Pyxys había sido testigo de todo lo sucedido y su enlace mágico se detuvo en el momento que los gritos de placer de la santa habían rebotado en todo el lugar.
A cientos de kilómetros, al noreste del reino, en el balcón de la posada y bañado en la luz de la luna estaba el héroe sentado, apoyado en la pared y con su brazo sosteniendo de frente a una de sus rodillas levantadas, ocultando su irreconocible rostro.
-Esto… no puede estar pasando…
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